Pues, ¿cuál es el líder que estamos buscando, y dónde se halla? ¿Dónde habrán desaparecido todos aquellos aptos para liderar que en el pasado aparecían cuando se los requería? ¿Cómo es posible que haya entre nosotros grandes médicos, escritores, pensadores e intelectuales, y sin embargo los líderes están ausentes?
No es un secreto que en los últimos años, la sociedad israelí se ve afectada por una grave crisis de liderazgo. Miramos a nuestro alrededor, hacia arriba y hacia abajo, adelante y atrás y buscamos. Deseamos un líder apto que conduzca a la sociedad y al Estado en los próximos años, y aparentemente no existe.
Cuando nos preguntamos a nosotros mismos quién es el líder indicado, parece que existe una brecha entre el “conciente” y el “inconciente”. Por un lado, solicitamos un líder enérgico, que le es importante ser líder. Que tiene grandes aspiraciones. Por otro lado, pedimos también un líder humilde y recatado. Por una parte la exigencia es que sepa cuál es el camino correcto, por el cual conducirá al pueblo con firmeza y sin hesitar. Por otra parte, él debe tener la capacidad de atención y contención para saber escuchar a los pedidos del corazón, y buscar una vía unificadora y formativa. Queremos que sea elocuente en su lenguaje, que sea carismático y con una “presencia” que arrastre a la mayoría. Por otro lado, tenemos claro que no debemos mirar el recipiente sino su contenido. Sabemos que no debemos rendirnos ante la cultura barata del rating, al mismo tiempo, sin embargo, nos queda claro que en la batalla por la conciencia, lo externo generalmente se impone a las creencias internas.
A lo largo de muchos capítulos en la Torá nos acompaña la figura de Moshé Rabenu, el líder más grande de la nación israelí. No se trata solamente del líder más importante, sino que a través de su liderazgo nos notificaremos del proceso de formación del pueblo de Israel que él mismo lidera. No obstante, sorprendentemente Moshé el líder importante y distinguido, es también el arquetipo del líder moderno: no tiene un buen discurso, es humilde ( hay quienes sostienen que de una manera exagerada), el liderazgo le fue impuesto, está sumido en la tarea del liderazgo día y noche, pero al mismo tiempo está dispuesto a recibir propuestas que optimicen el servicio al pueblo. Todos estos elementos y algunos más lo ubican a Moshé como un líder especial, por no decir como un modelo exclusivo en su especie, al que deben aspirar los líderes.
Los tres primeros capítulos del libro Shemot proporcionan la base adecuada para el aprendizaje de las vías de formación de liderazgo: primero, destaca el texto las bases del liderazgo inherentes a la personalidad de Moshé, aún antes de su elección como tal. El texto repite en dos ocasiones el término “Creció” (Capítulo 2, versículos 10-11). En la primera vez refleja el proceso de su crecimiento fisiológico, mientras que en la segunda mención describe el proceso de su desarrollo psico-espiritual, cuando el elemento de madurez queda expuesto a partir de su preocupación por todos. La salida de Moshé hacia sus hermanos está acompañada por una reflexión. La palabra “y observó” muestra que Moshé aprendió rápidamente a diferenciar entre un “hombre egipcio” y “uno de sus hermanos” (Capítulo 2, versículo 11). La particular aclaración que él hace, la manifestación de responsabilidad y pertenencia aún renunciando a su comodidad personal y su estatus en el palacio de Paró, son algunos de los patrones fundamentales del liderazgo.
Además, el hecho de que Moshé sea pastor de rebaño da cuenta de su condición de líder. Nuestros Sabios hicieron referencia en muchas oportunidades al hecho de que Moshé haya sido el pastor del rebaño de Itró, eso fue parte de su capacitación para el liderazgo. El pastor conduce al ganado con la ayuda de una flauta. La delicadeza interior y la sensibilidad del líder son las que le permiten conducir al rebaño para pastar y para sobrevivir por un lado, y por el otro lado, el regreso al hogar al final de la jornada. Para ello se requiere un liderazgo que contiene una melodía, y éste es precisamente el desafío del liderazgo judío. No un liderazgo por la fuerza, no un liderazgo avasallante, sino un liderazgo que recoge, contiene, ama y apoya. El amor del pastor le permite observar permanentemente hacia los costados para ver si es que alguien salió del entorno del rebaño. Ya que de ser así, precisamente al que salió del entorno, el líder debe recogerlo con suavidad y devolverlo al rebaño.
Sin embargo, no menos importante de sus cualidades personales elevadas, el líder también es llamado para otra mirada y una visión diferente: “Dijo Elohim a Moshé: Ehieh Asher Ehieh (“Soy el que Soy). Dijo El: Así habrás de decir a los hijos de Israel: Ehieh me ha enviado a vosotros”.(Capítulo 3, versículo 14)
La realidad puede ser observada de dos formas diferentes. Una mirada emana del pasado, mientras que la otra apunta hacia el futuro. Hay una mirada que contempla a la historia como una carga, mientras que hay otra mirada que ve a la historia como una lección, un mensaje y una idea a partir de la cual hay que seguir adelante. El foco central es el avance, la visión, la esperanza y la gran fe en la reparación.
La respuesta de Moshé al pueblo sufrido que le consulta quién lo ha enviado a ellos es: “Ehieh me ha enviado a ustedes”. En otras palabras: Moshé le dice al pueblo que lo que motoriza su misión es el futuro. Moshé solicita que su misión sea evaluada con una mirada amplia cuya base se encuentra en el futuro y no en el momento actual.
Es tiempo de aprender de la senda de Moshé, asumir la responsabilidad y sumarse en la conducción del Estado hacia años de luz y bienestar.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj
Gentileza del sitio de la Academia Rabínica "Orot Shaul"