Uno de los misterios que ha ocupado a nuestros Sabios a lo largo de las generaciones, ha sido la cuestión del sitio de la entrega de la Torá. ¿Acaso no correspondía realizar un evento histórico inédito como éste en una zona un poco más respetable y bella que en el desierto?.
Los Midrashim responden de diversas maneras al interrogante de por qué la Torá fue entregada en el desierto. Están los que señalan que el motivo de la decisión Divina de entregar la Torá en el desierto era “para que las naciones del mundo no tengan motivos para decir: siendo que la Torá les fue entregada en su tierra, por ello no la recibimos nosotros” (Mejilta deRabí Ishmael Itró-Masjta DebeJodesh sección 5). En nuestro idioma hebreo diríamos que Dios no quiso darle la posibilidad a los pueblos del mundo de justificar su falta de voluntad para recibir la Torá a través de diversas excusas e historias; si la Torá hubiera sido dada en la tierra de Israel los pueblos se podrían desentender con el pretexto de que la Torá fue entregada en el territorio soberano de otro pueblo. Otros Sabios sostienen que la causa de la elección del desierto como el sitio de la entrega de la Torá es “para no instalar una discusión entre las tribus, no sea que una de las tribus manifieste “en mi tierra fue entregada la Torá” y otra manifestara “en mi tierra fue dada la Torá”. Dios conoce a sus hijos en función de sus conflictos y discusiones; si la Torá fuera entregada en un lugar determinado sería el comienzo de una guerra mundial entre los diferentes grupos, y cada uno de ellos argumentará que es el dueño absoluto de la Torá.
Parece que los conceptos del Midrash no requieren de explicación. La Torá es entregada en un sitio en el cual ningún cuerpo y ningún grupo pueden reclamar su propiedad. Este comentario tiene una continuidad que se impone: el principio guía de las leyes del desierto es que efectivamente no existe allí la propiedad formal para ningún grupo, pero de todos modos, está aquel que disfruta de cierta ventaja e influencia mayor. Quien recorre el desierto, ara los valles, escala los acantilados y desciende por los ríos, se convierte de hecho en el rey del desierto. Tal vez el desierto sea tierra de nadie, pero puede ser adquirido a través de sangre, sudor y lágrimas.
Y así, tal como el desierto es la Torá. También ella es adquirida únicamente por aquellos que entregan su vida por ella. En las palabras de los Sabios: “si una persona no se siente como un desierto no tiene el mérito de asimilar los conceptos de la Torá” (Ialkut Shimoni Itró). Si deseamos unirnos al maravilloso mundo de la Torá y su sabiduría, deberemos invertir esfuerzo en ello. Sólo así lograremos convertir a la Torá en nuestra heredad.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj del libro "Parashá baktaná" publicado por "Maguid"