¿Por qué pidió Moshé que se designara un sucesor?

¿Por qué pidió Moshé que se designara un sucesor?

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RASHI: Cuando Moshé escuchó a Dios decirle que diera la herencia de Tzlofjad a sus hijas, dijo: “Es hora de pedir por mis propias necesidades, que mi hijo herede mi alto cargo”.
Dios le dijo: “¡Ese pensamiento no surgió en Mi mente! Iehoshúa merece ser recompensado por su servicio, porque él “no se separa de la tienda” (Shemot 33:11). Este es el significado de lo que dijo Shlomó:
“El que cuida la higuera come su fruto” (Proverbios 27:18).
MIDRASH: Dios dijo a Moshé: “El que cuida la higuera come su fruto”.
Tus hijos se quedaron sentados y no se ocuparon del estudio de la Torá. Pero Iehoshúa te sirvió con devoción y te demostró mucho respeto. De mañana y de tarde era él el que acomodaba los bancos en tu academia y extendía las alfombras sobre ellos. Te sirvió al máximo de su habilidad, por lo que es apropiado que él sirva al pueblo judío y no pierda su recompensa (Bamidbar Rabá 21:14).
MEGALÉ AMUKOT: Moshé ciertamente sabía que sus hijos no eran tan instruidos como Iehoshúa. ¿Por qué pidió que su hijo fuera su sucesor?
Moshé en verdad estaba pidiendo que la tarea del liderazgo se dividiera en dos. Su hijo heredaría el cargo de rey y sería el líder militar.
Pero como Iehoshúa sobresalía en el área del estudio de la Torá, sería designado líder en cuestiones de Torá.
Pero Dios respondió que solo puede haber un líder, en el espíritu del dicho: “Dos reyes no pueden usar la misma corona” (Julín 60b; Megalé Amukot, párr. 1, citado en Ialkut Reubení).

Torat Menajem
EL PEDIDO DE MOSHÉ (V. 16)
En su comentario sobre el versículo 16, Rashi explica, basándose en el Midrash, que cuando Moshé pidió a Dios que “designe a alguien [capaz] sobre la congregación”, tenía a su propio hijo en mente. Dios, sin embargo, rechazó su sugerencia porque sus hijos “se quedaron sentados y no se ocuparon del estudio de la Torá”.
Megalé Amukot explica que Moshé era claramente consciente de ello y no pedía a Dios que designara a su hijo en lugar de Iehoshúa, sino que su hijo heredara la posición de líder militar y Iehoshúa sería designado como el líder en cuestiones de Torá.
Sin embargo, esto nos deja con otra pregunta: ¿por qué rechazó Dios la sugerencia de Moshé? Ciertamente, “dos reyes no pueden usar la misma corona”, pero pueden entregarse dos coronas, asignando a cada líder su propia autoridad. Y esto es precisamente lo que ocurrió en generaciones posteriores, como escribe Rambam:
“El más sabio de todos ellos [del Sanhedrín] es designado jefe... este cargo fue llamado ‘nasí’ por los Sabios... y esta persona tiene una posición equivalente a la de nuestro Maestro Moshé...” (Leyes del Sanhedrín, fin del cap.
18). Aquí vemos que el nasí actuó como líder en todas las cuestiones de Torá (Sanhedrín) y era considerado el sucesor de Moshé. Sin embargo, al mismo tiempo, también había un rey judío que trataba los asuntos militares, y sus roles no se superponían, como dice la ley: “El rey judío no tiene permitido sentarse en el Sanhedrín” (ibíd. 2:4).
Por lo tanto, ¿qué tendría de problemático que el hijo de Moshé se vuelva rey, y Iehoshúa nasí?
LA EXPLICACIÓN
La distinción clave entre el rey y el nasí es que el rey es un gobernante, mientras que el nasí es mayormente un representante. El rey es el monarca absoluto, como afirma el Midrash: “el único por encima de él es Dios, su Señor” (Sifrá, Vaikrá 4:22); mientras que el nasí representa al Sanhedrín pero no lo gobierna, pues las leyes se promulgan por voto mayoritario. En consecuencia, el liderazgo del nasí no representa ninguna amenaza para el rey.
Sin embargo, en el caso de Iehoshúa había una excepción a esta regla.
Pues en su generación, este asumió la plena responsabilidad personal de todas las cuestiones de Torá. Este hecho es evidente de la “cadena de transmisión de la Torá” que Rambam enumera en su introducción a Mishné Torá, que indica cómo Moshé transmitió toda la Torá a Iehoshúa personalmente.*
Así, Iehoshúa fue la autoridad absoluta en todas las cuestiones de Torá**, a diferencia de los líderes subsiguientes que solamente presidieron la corte suprema (como describe Rambam cómo en cada generación la Torá era transmitida por el sabio principal “y su corte”). En consecuencia, era imposible que el rol de Iehoshúa como autoridad exclusiva de Torá y su rol de rey lo cumplieran dos personas, pues ambas estarían en una posición de poder absoluto. Por lo tanto, Dios respondió a Moshé que es imposible tener dos líderes absolutos para las cuestiones de Torá y para las militares.
DOS ROLES DISTINTOS
Podríamos argumentar, sin embargo, que el liderazgo en Torá y el liderazgo militar son, en definitiva, dos tareas totalmente separadas. Uno lidera en asuntos puramente espirituales y el otro es un tipo de liderazgo netamente físico, por lo que es concebible que cada uno tenga su propia autoridad absoluta, pues no hay superposición.
En verdad, sin embargo, ambas formas de liderazgo son inseparables pues son dos expresiones de un mismo objetivo. Rambam escribe acerca del rol del rey judío: “Su propósito y objetivo debe ser promover la fe verdadera, llenar el mundo con rectitud, aplastar el poder de los malvadas y librar las guerras de Dios. Pues el rey solo es designado en primerísima instancia en aras de la ley y la guerra” (Leyes de Reyes, fin del cap. 4).
Aquí vemos que el liderazgo físico no está separado de las cuestiones espirituales sino que todo el propósito de instaurar una monarquía es establecer una fuerza capaz de llevar al mundo a seguir los caminos de la Torá. Por lo tanto, el rey y el nasí cumplen de hecho dos mitades del mismo proceso: el Sanhedrín promulga las leyes y el rey apunta a hacerlas cumplir. Por eso, claramente, sería imposible que ambos líderes estén en una posición de poder absoluto, pues su propósito es uno unificado. En consecuencia, en un caso en el que al nasí se le da poder absoluto sobre las cuestiones de Torá y no meramente el liderazgo representativo del
Sanhedrín —como fue con Iehoshúa— el rol de rey y de nasí debe ejercerse por la misma persona.
Moshé, sin embargo, pensaba que Iehoshúa sería incapaz de soportar la carga del liderazgo de la Torá sin ayuda, porque su intensidad era solo “como la luna”, a diferencia de la de Moshé que era “como el sol” (Rashi sobre el v. 20). Por eso su sugerencia fue que Iehoshúa fuera el nasí que representara a los demás sabios, mientras que su hijo asumiría el liderazgo físico.
UN MODELO PARA EL LIDERAZGO DEL MASHÍAJ
En base a lo anterior, podemos lograr cierta percepción del doble rol del liderazgo del Mashíaj sobre el pueblo judío.
Por un lado Rambam recalca que el Mashíaj: “compelerá a todo el pueblo judío a caminar por él [sendero de la Torá], fortalecerá sus vallas y librará las guerras de Dios... él construye el Beit HaMikdash [Santo Templo] en su lugar y reúne a los dispersos de Israel... Luego perfeccionará al mundo entero...” (Leyes de Reyes 11:4). Todas estas actividades son claramente la tarea de un rey cuyo trabajo es “promover la fe verdadera, llenar el mundo con rectitud, aplastar el poder de los malvados y librar las guerra de Dios” (ibíd., fin del cap. 4).
Sin embargo, Rambam también menciona cualidades del Mashíaj que caracterizan a un nasí: “El rey que surgirá de la semilla de David será un genio más grande que Shlomó, y un gran profeta... por eso enseñará a todo el pueblo y le mostrará el camino de Dios, y todas las naciones vendrán a escucharlo” (Leyes de Teshuvá 9:2). Como resultado de ello, en la Era Mesiánica “la ocupación de todo el mundo será exclusivamente conocer a Dios. Los judíos serán por lo tanto grandes sabios y conocerán los asuntos ocultos, y lograrán el entendimiento de su Creador al máximo del potencial humano...” (fin de Leyes de Reyes).
Así, Rambam legisla que el Mashíaj será una combinación de ambos, rey y nasí, en una sola persona, tal como Moshé y Iehoshúa.**
DOS FASES EN EL LIDERAZGO DEL MASHÍAJ
De los dos roles del Mashíaj, el más revolucionario es el de rey. Pues “promover la fe verdadera [y] llenar el mundo con rectitud” al grado de que el mundo entero vive consciente de Dios, es una innovación sin precedentes.
El rol de nasí, por el otro lado, se limita a la enseñanza de Torá. Y si bien el Mashíaj enseñará fenomenales conceptos novedosos de la Torá, estos son, de hecho, conceptos más profundos de la Torá original entregada en el Monte Sinaí. Así, el rol del rey es más revolucionario que el del nasí.
No obstante, hay una cualidad distintiva que el rol de nasí del Mashíaj tiene por encima del rol de rey. A saber, que eventualmente el rol de rey del Mashíaj tocará a su fin. Pues cuando el mundo esté unido en el servicio a Dios, ya no será necesario “promover la fe verdadera, llenar el mundo
con rectitud, aplastar el poder de los malvados y librar las guerra de Dios”.
Sin embargo, la tarea de exponer los secretos de la Torá, el rol del nasí, perdurará por siempre.
(Basado en Likutéi Sijot, vol. 23, pág. 190 y ss.; vol. 35, pág. 206 y ss.)

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