Ambiguedad bienvenida

Ambiguedad bienvenida

Nejemiá era considerado un allegado al rey persa, y por consiguiente, los otros  gobernadores no se atreven a quejarse de él ante el rey

Nejemiá, el jefe de los coperos, es acusado de traición. Los conceptos del rey “eso no es más que tristeza de corazón”, quiere decir “estás interesado en traicionarme”. En el reino persa, aquel sospechado de traición, quedaba sin cabeza. Nejemiá debe convencer al rey de que  su mala apariencia no es un intento de traición sino dolor y pesar por la angustiante situación de “la ciudad de los sepulcros de mis antepasados”. Sólo de ese modo, podrá salvar su cabeza. Ya han pasado casi cuatro meses desde que Janani le contó a Nejemiá acerca de la angustiante situación de Ierushalaim. En ese tiempo, Nejemiá alcanzo a planificar detalladamente todo lo necesario. Ya entonces, Nejemiá había programado llegar con un ejército suyo particular y construir la muralla de la ciudad.

Nejemiá le sirve el vino al rey persa. Es probable, que el rey estaba sumido en sus placeres y por ende, asintió a todos los pedidos de Nejemiá. En lugar de causar revuelo ejecutando a un ministro jerárquico, lo envía a una tierra abandonada. Nejemiá aprovecha la oportunidad con sus dos manos. Pide cartas para el gobernador de las provincias del otro lado del río, en las que será presentado como un nombramiento directo del rey. Solicita una misiva del guardián del bosque, no sólo para recibir las maderas, sino para demostrar que el rey autorizó la construcción de la muralla. Pide un ejército particular que lo acompañe en el camino y se quede junto a él también en Ierushalaim.

El rumor sobre la llegada de un gobernador que conoce al rey en su intimidad causo estupor. Los gobernadores de alrededor, que seguramente, nunca han visto al rey persa, no sabían cuál era la naturaleza de la relación de Nejemiá con el rey. Nejemiá prefirió mantener esa ambigüedad, mientras repartía algunas insinuaciones acerca  de su muy buen conocimiento del rey. Los gobernadores de alrededor intentaron molestarlo pero no osaron involucrar en ello al rey persa. De ese modo, Nejemiá evitó los escritos de odio, que fueron parte de Ierushalaim, en épocas anteriores.

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