Los judíos se hallan ya ante las puertas de Eretz Israel, y se dirigen a cada uno de los pueblos limítrofes para que le permitan pasar a lo cual se niegan rotundamente. Los pueblos de Emor y Bashan salen contra los hijos de Israel y son por el derrotados, la entrada a Israel ya es inminente.
Balak Ben Tzipor (el hijo de Tzipor) el Rey de Moab, ve con preocupación las victorias del pueblo judío y decide salir a luchar contra él. Materialmente sabe que no podrá pues los egipcios, emorim y bashanitas eran más poderosos que él, y sin embargo sucumbieron ante la avasalladora potencia de Israel. Balak sin embargo cree que hay un sistema mejor y llama al gran hechicero Bilam cuya misión debería ser la de hacer caer las maldiciones celestes sobre el pueblo de Israel. Bilam sin embargo obligado por la Divinidad en lugar de maldecir, debe bendecir al pueblo de Israel.
Hoy en día nos es difícil comprender e intuir lo que el "hechicero” significaba en el mundo antiguo. Si nos detenemos en las tribus menos organizadas que se encuentran en las primeras fases, veremos que el hechicero prácticamente domina a la tribu bajo el temor de sus misteriosos poderes.
El hechicero se basaba en la superstición, y el mayor enemigo de la superstición es la religión. La superstición significa oscurantismo, mientras que la religión tiene como fin la luz espiritual del pueblo judío. Sin embargo en cierta manera Bilam era distinto; el Talmud llega a comparar a Bilam en cierta manera con Moshe. Ambos, Bilám y Moshe, tenían grandes aptitudes, ambos eran magnos profetas, sin embargo sus destinos fueron del todo distintos. Mientras que Moshe se pone del lado de los esclavos y los libera del yugo de los poderosos, Bilam por el contrario se pone del lado de los reyes en contra del pueblo recién liberado de la esclavitud.
Bilam desea maldecir al pueblo judío y sin embargo lo bendice, y sus palabras, las del máximo antisemita muestran por el contrario la belleza y elevación de la vida judía:
De Aram me trajo Balak
Rey de Moab,de los montes de Oriente
Ven, maldíceme a Yacob
Ven, execra a Israel?
He aquí la finalidad de su misión que íntimamente Bilam compartía, más nada puede contra el mandato divino.
Porque de las cumbres de las peñas lo veré
Desde los collados, los miraré
He aquí un pueblo que aislado habitará
Y entre las gentes no será contado...
No ha notado iniquidad en Jacob
ni perversidad en Israel....
Y la exclamación máxima de Bilam es el famoso
מה טובו אהליך יעקב
Cuan hermosas sus tiendas, oh Jacob
Tus habitaciones, Israel
Como arroyos están extendidas
Como huertas junto al río...
Así es como Bilam el más magno representante del antisemitismo espiritual no tiene pues más remedio que admitir la superioridad del pueblo judío y su peculiaridad. Y de la historia de Bilam podríamos deducir lo que posteriormente se repetiría innumerables veces.
Bilam es el símbolo del antisemitismo espiritual. El mundo judío y el no judío están separados por una valla infranqueable. Todos los pueblos son hijos del Señor, pero el pueblo judío es según la Torá el "elegido", pero no elegido autoritariamente, como los ídolos o dioses paganos escogían a sus elegidos. El pueblo judío es el elegido porque previamente él había elegido el Señor entre todos los ídolos y dioses.
La entrega de la Torá fue la verdadera creación del pueblo judío. El pueblo judío no es nación sino con su Torá dijo Rabi Saadia Gaon, es decir que el carácter nacional esencial sólo fue adquirido gracias a la Revolución espiritual que significó la entrega de la Torá "Matan Torá", y esta entrega significó la creación de una frontera entre Israel y los pueblos. Israel simbolizaba todo lo que los pueblos debían ser y que no habían alcanzado. Y de la misma manera al manifestarse estas ideas en la práctica, por medio de los preceptos prácticos, las "Mitzvot", la práctica simbolizaba el ideal que en los demás pueblos nunca alcanzó a materializarse. Y he aquí la verdadera causa del antisemitismo. Podríamos enunciar como ley psicológica la atracción de los semejantes. Una ide nos recuerda otra semejante, un sentimiento otro similar. De la misma manera existe una atracción entre los espíritus semejantes y repulsión por los contrarios, y en esto se basa la verdadera unión del pueblo judío y el antisemitismo.
El pueblo judío representa todo lo que los demás pueblos debían y no lograron ser. El pueblo judío era el testigo en este mundo de la existencia de un orden y ley moral de la existencia de la divinidad y la Torá.
El pueblo de Israel es en cierto modo el profeta de los pueblos de quien no se quiere escuchar sus profecías e ideas, y por ello que queda desconocido y extraño, y sobre todo, odiado.
Bilam es el símbolo del mundo que pudo llegar a poseer la Torá y la abandonó. Es el aliado del Faraón que esclaviza al pueblo judío, y del Rey Moab que desea exterminarlo. Bilam da luego el tristemente famoso consejo al pueblo de Midian para que entregue a sus hijas que perviertan al pueblo de Israel. Es decir, podemos notar un principal motivo el de destruir la fortaleza espiritual y la individualidad del pueblo de Israel, tratando de asimilarlo. Lo que el Faraón quiso hacer por la fuerza, trato Bilam de hacer por medio de la asimilación pacífica y espiritual, pero ninguno lo consiguió.
En la primera de sus cuatro profecías nos habla Bilam de la peculiaridad del pueblo Judío: "He aquí un pueblo que aislado vivirá y entre la gente no será contado”.
Es esta una de las peculiaridades del pueblo judío, y que más veces ha motivado el ataque del antisemitismo exterior, y aun de los mismos judíos.
Cuando Hamán queriendo exterminar al pueblo judío expone ante Ajashverosh el rey de los persas sus quejas y motivo, considera la principal: "Hay un pueblo en tu reinado, extendido y expendido por sus cuatro confines y sus leyes y costumbres son distintas a las de todos los pueblos”. Los actos exteriores son la expresión de las ideas y principios internos, y por lo tanto son las costumbres y actitudes del judío distintas de las del gentil. Todos los preceptos prácticos, las Mitzvot tienen causas y motivos internos pero en ella podemos encontrar un principio supremo:
“יותר מאשר ישראל שמר על השבת, שמר השבת על ישראל"
Más que el pueblo judío conservó al Sábado, conservó el Sábado al pueblo Judío". Si es que es grande el sentido espiritual de las Mitzvot, también grande es su importancia nacional. Las mitzvot son vallas poderosas que evitan la asimilación del pueblo judío, y esas Mitzvot fueron las que realmente cuidaron al pueblo judío”
Muchos historiadores y pensadores consideran que el pueblo judío se mantuvo en el Galut gracias al antisemitismo que evita que el pueblo judío se asimile entre todas las demás naciones.
Esta idea está totalmente errada. El antisemitismo por el contrario procura con todas sus fuerzas y poderes asimilar y exterminar espiritualmente al pueblo judío, y fue la Torá, la individualidad nacional, su nacionalismo, verdadero nacionalismo espiritual fue lo que lo conservo y mantuvo durante los miles de años de la diáspora.
La Haftará, es decir, la parte de los Nebiim, profetas que corresponde a la Parashat Hashavua pertenece en esta Parasha al profeta "MIJÁ”. En este pequeño trozo encontramos un famoso principio sobre el cual, nuestros Jajamim se detuvieron repetidas veces:
הגיד לך אדם מה טוב ומה ד´דורש ממך כי אם עשות משפט ואהבת חסד והצנע לכת עם אלקיך" (מיכה ה´)
"Te ha afirmado alguien que es lo que el Señor exige de tal y en qué consiste el bien? Practica la justicia, el amor a la piedad y la humildad con el Señor tu Ds´”.
Según los Jajamim todos los preceptos de la Torá están condensados en estos principios y de la misma manera como de un teorema sacamos consecuencias, de estos principios debemos llegar forzosamente a los preceptos de la Torá.
Ante todo notamos un principio Importantísimo. Nuevamente vemos aquí que la Torá al enunciar las bases, los principios de la Torá, no enuncia conceptos abstractos, sino preceptos prácticos que no dependen de la mayor o menor capacidad mental o intelectual, sino que cada individuo tiene la posibilidad de realizarlos por intermedio de la voluntad y la acción. Y en estos principios están condensados los preceptos entre el hombre y su semejante y entre el hombre y la Divinidad. Nuevamente vemos aquí los preceptos, falsamente llamados "religiosos", sólo pueden ser cumplidos si antes cumples con los preceptos prácticos. Y afirmamos “falsamente religiosos” pues bajo este nombre se pretende separarlos de los preceptos sociales y prácticos, en castrándolos en cierta parte.
Por otra parte vemos como la Torá nos enseña dos principios, el primero la Justicia: Tzedaká, el segundo Jesed, equívocamente traducido por piedad. La justicia o Tzedaká desea dar a cada uno, lo que es suyo, es el camino firme de la ley de la cual no se puede el hombre apartar. Sin embargo, la Torá nos enseña otro principio más que a veces debe el hombre proceder no solamente de acuerdo a la fría justicia sino a lo que le dicta sus principios morales.
Los 10 mandamientos comienzan con "Yo", y terminan con "tu amigo” "anoji” “Iereaja”. es decir que si el individuo, el yo personal es un gran principio pero también hay que tener en cuenta al amigo, compañero, hermano, al "tu", que junto con el "yo", forman la base toda de la sociedad.
Aquí es donde se detienen muchas teorías utopistas que quieren regenerar al Universo, pero la Torá nos dice que sin un principio moral y religioso no tiene validez.
“אלהי כסף וזהב לא תעשה לך"
"Dioses de Oro y Plata no te hagas", que un Rabí Jasídico expresó que este versículo no se refiere a los ídolos de oro y plata, sino al ídolo del "oro y la plata”. La parte material no es suficiente de ninguna manera, pues idolatra solamente la existencia material, convirtiéndose en un adorador del ídolo de la "plata y el oro". El último principio, el más elevado es el de la elevación espiritual, de la humildad frente a la Creación, es decir, el reconocimiento de los deberes del hombre no solamente con sus semejantes, sino consigo mismo y con Ds´.