El pacto con Ben Hadad fue explicado conforme a la naturaleza de los reyes de Israel-“porque son reyes benignos” (Versículo 31) ¿Acaso realmente fue un acto de bondad?¿Y cuál fue el error de Ajab?
El pacto con Ben Hadad fue explicado conforme a la naturaleza de los reyes de Israel-“porque son reyes benignos” (Versículo 31).Al hurgar en las intenciones de Ajab se plantean dudas acerca de si esto es “bondad” o cálculo político. Cuando se trata de decisiones públicas y resoluciones de reyes resulta que estos no son sentimientos reales de compasión, sino de acciones consideradas y calculadas. Por consiguiente, hay aquí una cosmovisión y una apolítica israelita de la “bondad”. Tampoco Shaúl se apiadó de Agag con compasión emocional y personal, sino que lo hizo a partir de un principio moral, que se tradujo en un método político realista. Los reyes de Israel basaron su política en una creencia optimista en la fe de la persona y del pueblo para convertir a sus enemigos en simpatizantes cercanos con acciones a largo plazo.
Pero Ajab se equivocó. La persona debe ser piadosa y actuar acorde a la guía Divina superior y no confiar únicamente en su comprensión y en sus sentimientos morales. Debe consultar al profeta, o actuar conforme a la ley de la Torá, y lo dirigirán al bien absoluto. Sin la Torá y la guía Divina, la bondad será como una curita y se convertirá en una contabilidad cínica y astuta. Es posible que el móvil interno de Ajab no haya sido una cosmovisión mojigata sino un cálculo frio.
Hay espacio para la hipótesis de que en la victoria sobre Aram, Ajab se convirtió repentinamente en un gran estadista y comenzó a desarrollar una política global. No buscaba un pacto de paz con Ben Hadad, sino más bien una cooperación en los preparativos prácticos para la guerra contra Ashur. Pero ejecutó esta política con bienes ajenos. Hasta la victoria, fue un rey muy pequeño, y entonces consultó al profeta con la humildad y la devoción de un arrepentido, acerca de cómo luchar, y obtuvo un milagro inesperado. Pero con la llegada de la victoria, se olvidó y abandonó su devoción, se transformó en el hacedor y dueño del milagro y distribuyó los frutos de la victoria a su parecer, sin consultar al Señor de la batalla que le produjo los milagros, qué hacer con ellos.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj, extraído del libro “Mikdash Melej-Iyunim beSefer Melajim”, ediciones Midreshet HaGolán.