La cuarta lamentación hace referencia principalmente a los horrores de la destrucción y a los pecados que condujeron a ello.
En el comienzo de la lamentación, el doliente habla sobre el sufrimiento posterior a la destrucción y a la hambruna que se registró como consecuencia de ello. El hambre impactó en todos los habitantes de la ciudad y derivó en terribles actos de crueldad. Las madres que amamantaban se volvieron crueles con sus hijos y no los alimentaban, e incluso los cocinaban y comían. En el final de la lamentación, se hace referencia a la destrucción del reino y a la captura del rey de Iehudá a la casa de David “El aliento de nuestra vida, el ungido del Señor” (versículo 20). Y el doliente no explicó de qué rey se trata. Según el aspecto literal de los versículos, se puede interpretar el hecho aludido en referencia a Ioshiahu y también en relación a Tzidkiahu.
En esta lamentación, el doliente insinúa acerca de las causas que provocaron la destrucción y sus horrores, y el doliente, siendo muy preciso, dijo que el pecado de Iehudá es más grave que el de Sdom, y el mismo es consecuencia de los profetas falsos que no reprendieron al pueblo, y de los Cohanim, los Sacerdotes que no enseñaron ni señalaron la senda correcta, y derivaron en el derramamiento de sangre, y éste es el pecado que definió la sentencia. El doliente, también menciona el camino erróneo de los líderes del reinado, que apelaron a otros pueblos para que los salvaran, y éstos los defraudaron y no acudieron en su ayuda. Esta actitud de los reyes de Israel y de Iehudá de hallar la seguridad en reinos vecinos, fue utilizada por casi todos los profetas auténticos en sus reprimendas, y le exigieron al pueblo que confiara sólo en Dios. Al dejar el pueblo de Israel de confiar en Dios, la protección divina se alejó de ellos, y “Él no volverá a mirarlos más” (versículo 16). El alejamiento de la protección divina derivó en la destrucción y el exilio. De tanto desaliento, el pueblo tiene la sensación que ha llegado su final: “se acercó nuestro fin, se cumplieron nuestros días: porque ha llegado nuestro fin” (versículo 18).
El doliente concluye esta lamentación con palabras de consuelo, ya que los sufrimientos limpiaron sus pecados, y ha llegado el momento de la redención: “Oh hija de Tzión, se acaba el castigo de tu iniquidad: no te llevará más en cautiverio” (versículo 22).
Con estas palabras de consuelo, el doliente maldice a los enemigos de Israel, al estilo del cántico de “Haazinu”: “Loen naciones a Su pueblo, ya que la sangre de Sus servidores, Él va a vengar” (Devarim, capítulo 32, versículo 43), y así también concluyeron las lamentaciones anteriores, con maldiciones de venganza a los enemigos.
Extraído del Tanaj con el comentario de Daat Mikrá, ediciones Mosad Harav Kuk Ierushalaim, libro de Eijá, síntesis capítulo 4, página 38