El profeta describe a Aram de adelante y a los Pelishtim (filisteos) de atrás. Dichas expresiones tienen diferentes interpretaciones. ¿Acaso se trata de una descripción del tiempo o del lugar? De una u otra manera, está más que claro que hay aquí un mensaje significativo para el pueblo asentado en Efraim y Iehudá.
El profeta coloca aquí en el centro de sus palabras la cuestión de la fe y la voluntad del reino de Israel y Iehudá para internalizar el mensaje, ya que detrás de todo látigo hay alguien que lo utiliza y todo bastón está sostenido por la mano de aquel que decide cómo usarlo. Tanto el reino de Iehudá como el de Israel han fracasado por tener una mirada a corto plazo. Vieron al pueblo que los castigó y no comprendieron que fue Dios el que lo envió para castigarlos y para instarlos a abandonar la mala senda en la que se encontraban. La base de este error fue la falta de fe en la Providencia Divina y como lo argumentara Ajaz: “Dios abandonó la tierra”.
Aram desde el Oriente y los Pelishtim desde el Occidente, como lo explicara el comentarista Rashi en su segunda interpretación, atacaron y le hicieron daño a Iehudá en la época de Ajaz. El reino de Iehudá no comprendió quién lo estaba atacando, y en lugar de retornar a Dios, se dirigieron a los asirios. También el reino de Israel que fue castigado en su zona norte por los asirios, no comprendió quién es el agresor, y por consiguiente, confiaron en su poder conjunto con los arameos en contra de los asirios. Por lo tanto, su castigo habrá de llegar: “Los asirios devorarán a Israel a boca llena”. “¡Con todo esto no se ha mitigado Su ira (de Dios), sino que Su mano está aún extendida!”, para destruirlos por completo.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj, extraído del libro “Tzofnat Yeshaiahu-MeUziahu ad Ajaz”, de ediciones Maguid