Deleitarse con Dios

Deleitarse con Dios

Las personas creen que la proximidad a Dios necesariamente viene a costa de los placeres corporales y requiere su represión. Yeshaiahu nos enseña que también es posible de otra manera. La conciencia del ser humano es la que determina su cercanía a Dios, no necesariamente el aspecto material.

 Desde siempre, un acto de acercamiento a Dios venía a costa de la dimensión material humana. Si una persona quería arrepentirse y retornar a la buena senda, ayunaba y se mortificaba para volverse más espiritual y así creía que se acercaba más a Dios. Este enfoque se basa en que Dios está abstraído de la materia y, por lo tanto, la materia constituye una barrera entre Él y nosotros. Cuanto más nos despojemos de la materia y nos concentremos sólo en nuestro aspecto espiritual, estaremos más cerca de Dios. Así son los ayunos según el profeta Yeshaiahu, la aflicción del cuerpo y el alma con el deseo de acercarse a Dios.

Parece que este enfoque es fundamentalmente erróneo. Dios colma toda la tierra con Su gloria y, por ende, también la materia es parte de Él. No en vano nos creó Dios como un alma divina dentro de un cuerpo formado de materia de la tierra. Su voluntad es que nos acerquemos a Él junto con todos nuestros miembros y materialidad, elevándolos a un nivel espiritual. Si la materia se convierte en un vehículo para la presencia divina a través del cumplimiento de los mandamientos, no nos separará de Dios, sino que será un factor de conexión. No es la materia lo que constituye una barrera entre nosotros y Dios, sino los pecados asociados a ella (59, 2).

Esta es la razón por la que, además de las reprensiones sobre la necesidad de corregir la realidad material mediante la realización de la justicia social, el profeta agrega y recuerda el precepto del placer del Shabat, que en su totalidad es una expresión de ocupación con la materia y los placeres corporales, pero desde un mandamiento y santidad. Una persona que se encuentra en la conciencia de un siervo de Dios puede y debe servirle tanto en lo espiritual como en lo material. Sólo así concreta su propósito como ser humano formado de materia que proclama la realeza de Dios sobre toda la realidad.

 

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