El cambio en la senda de Yehoash

El cambio en la senda de Yehoash

La gratitud a Yehoiadá que lo salvó le era difícil a Yehoash, y deseaba liberarse del yugo de Yehoiadá. En su vida no se atrevió a rebelarse contra él y por consiguiente, solo se honró con su deshonra, pero tras su muerte rompió el yugo de sus enseñanzas y al final, también mató a su hijo.

El texto describió la bonhomía de Yehoash, quien se ocupó fielmente del mantenimiento de la Casa, al establecer reglas y ordenanzas para el mantenimiento del Templo, monitoreó su ejecución y también las adaptó a las necesidades creadas por el mal accionar de los Cohanim, los Sacerdotes.  A la luz de esta buena conducta de Yehoash, no queda clara la causa de su deterioro y del cambio radical que se dio en su personalidad y en sus acciones tras la muerte de Yehoiadá. En Melajim II, capítulo 12 sólo es recordado el castigo de Yehoash y cómo debió entregar los elementos sagrados de Dios-de los cuales, aparentemente, tanto se ocupaba-a Jazael, a fin de evitar la conquista de Ierushalaim. Pero en el capítulo 24 de Divrei Haiamim II, el texto explicó que tras la muerte de Yehoiadá, Yehoash abandonó la Casa de Dios y practicó la idolatría adorando dioses, y finalmente, también mató en el Beit Hamikdash, el Gran Templo, al profeta Zejariá hijo de Yehoiadá, quien lo reprendió.

Pero no resulta claro cuál fue la razón de este cambio en su comportamiento. ¿Por qué, con la muerte de su maestro, cambió inmediatamente el rumbo de su vida?

Parece que en la descripción de los hechos en el libro Melajim, hay una importante lección moral que arroja luz sobre el final del episodio. El pecado de Yehoash no comenzó con la muerte de Yehoiadá, sino que ya se hallaba en sus acciones de bien en el Beit Hamikdash, mientras su maestro estaba en vida. Yehoash dependía de Yehoiadá que lo salvó y crió, y su deuda con él y con el Beit Hamikdash era incommensurable. Esta gratitud lo acompañó a Yehoash y le resultaba una carga pesada. Como se estila en el mundo, Yehoash quería ser una persona y rey por sus propios méritos, y deseaba liberarse del yugo del anciano. Yehoash no quería que Yehoiadá siguiera enseñándole como lo hizo en su infancia y ya estaba hastiado de sus sermones de ética. Pero Yehoash no se atrevió a rebelarse contra Yehoiadá en vida, cuando su buen comportamiento y grandeza irradiaban a su alrededor. Yehoash encontró la forma de hacerlo de un modo positivo-se convirtió en alguien más justo que su maestro. Yehoash logró demostrar que su maestro no era tan completo e íntegro e incluso “logró” reprenderlo (Melajim II, capítulo 12, versículo 8; Divrei Haiamim II, capítulo 24, versículo 6).

Aparentemente, el rey se condujo conforme a la Halajá (la ley religiosa judía) y no se enfrentó a nadie pero al parecer, su intención era de la de honrarse a partir de la deshonra y descalificación de su maestro. Este tipo de “buena conducta” para con su maestro, derivó finalmente, con la muerte de su maestro, en el abandono del yugo de sus enseñanzas.

Editado por el equipo del sitio del Tanaj, extraído del libro “Mikdash Melej-Iyunim beSefer Melajim”, de ediciones Midreshet HaGolán.

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