“Y supliqué al Eterno en aquel tiempo diciendo: Señor Eterno, Tú has comenzado a mostrar a Tu siervo Tu grandeza y Tu mano fuerte; pues quién hay sobre los cielos o sobre la tierra que realice las grandes obras que Tú haces. Te ruego me hagas pasar a la buena tierra que está del otro lado del río Jordán, aquel buen monte y el Líbano”
Preguntas:
¿Por qué Moshé insiste tanto en entrar a la tierra de Israel?
¿Qué le hubiera agregado a la perfección de Moshé el hecho de entrar a la tierra de Israel?
¿Acaso la insistencia de Moshé por entrar a la tierra de Israel es meramente para que el pueblo comprenda la importancia, el valor y el mérito que tienen ellos al poder entrar a esa tierra?
¿Tan grave es el hecho de no entrar a la tierra de Israel que es lo que va a ser utilizado para castigar a Moshé?
Si Moshé tanto deseaba y ansiaba entrar, entonces ¿Por qué Dios no se lo permite?
Respuestas
El motivo por el cual Moshé insiste tanto en poder entrar a la tierra de Israel, no se debe solamente al mero hecho de que allí podrá cumplir otros muchos preceptos que dependen y se pueden cumplir solamente en la tierra de Israel. Pues Moshé ya había alcanzado la perfección espiritual máxima que un ser humano puede obtener.
Tampoco lo hace para poder lograr una mayor recompensa en el mundo venidero, pues Moshé no es ese tipo de individuos que realizan los preceptos por un interés personal (adquirir una mayor recompensa para él) para entender un poco más profundamente a qué me refiero, vale la pena citar aquí lo que Rambam escribe en la introducción al Perek Jelek:
Es menester que sepas que el grado supremo es poder llegar a servir a Dios en forma desinteresada, (servirlo por amor)
En cuanto a ti, lector del presente tratado, compenétrate del ejemplo que seguidamente te ilustraré y entonces estarás en mejores condiciones para comprender lo que luego te explayaré.
Imaginemos un infante que es traído delante del maestro de la Torá para que lo instruya en ese camino. Éste es su mayor beneficio para alcanzar su realización y trascender en la vida, no obstante, debido a su niñez y limitados conocimientos, no comprende todavía la nobleza y pureza de este bien, como así tampoco cómo es que este estudio lo conduce a lo trascendente.
Por lo tanto, el educador, al ser más inteligente que el educando, necesitará incentivar al pequeño a estudiar, valiéndose de aquellas cosas que le agradan al niño, acorde con su desarrollo intelectual, por lo tanto le dirá: “Estudia y recibirás una golosina o un dulce”, y de esta manera, el niño estudiará y se esforzará, no por el estudio en sí, ya que no percibe todavía la trascendencia de ese estudio, sino que lo hace para que le den esas golosinas, pues poder saborear esos dulces para él, indudablemente, es más valioso e importante que el estudio, y así sin percibirlo, se encontrará estudiando y profundizando para obtener el objetivo que tanto ansía, es decir, la golosina o el dulce; empero cuando crezca y madure un poco más intelectualmente, y aquel objetivo que otrora fuera importante, ahora sea poca cosa a sus ojos y comenzare a perseguir otras ambiciones, deberá ser incentivado y despertar su interés, por medio de aquellas cosas que ahora le son más dignas, y le dirá entonces el maestro: “Estudia y recibirás zapatos o ropa nueva [de tal marca] etc.” y de esta manera estudiará no por amor al estudio, sino por aquellas vestimentas que le prometieron, ya que aquellas ropas son a sus ojos más importantes que la Torá, y ellas constituyen el objetivo de su estudio.
Empero, cuando se desarrolle aún más intelectualmente hasta que también estas ambiciones se empequeñezcan a su vista, pondrá su mente en cosas más importantes, entonces se le dirá: “Estudia esto o aquello y tendrás tanto dinero por mes”, de esta manera estudiará y se esforzará por conseguir ese dinero, pues ese monto es para él más importante que el estudio, y el motivo por el cual él se sienta a estudiar es que se le pague tanta plata por mes, que es lo que se le aseguró.
Cuando su mente sea más íntegra y también este objetivo sea para él despreciable y sepa que también eso es poca cosa, ambicionará algo superior, entonces le dirán: “Estudia para que llegues a ser un gran rabino, o un gran juez y todos te honren y te respeten, para que se pongan de pie delante de ti y hagan todo cuanto les encomendares hacer, para que se engrandezca tu nombre en vida y aun después de muerto, como fulano o mengano”; de esta manera estudia y se esfuerza para poder alcanzar dichos honores, entonces su meta será la notoriedad y el prestigio con los cuales lo ensalzarán los hombres y lo alabarán, mas todo esto es despreciable.
Es por eso que, debido a la pequeñez intelectual del hombre, es necesario poner como objetivo de la sabiduría, otra meta fuera de la sabiduría en sí, hasta llegar a afirmar: “¿para qué estudiar?, para llegar a ser más honorable, etc.” Empero todo esto en realidad es una falta a la verdad. Sobre este tipo de estudio expresaron los sabios que es un estudio “interesado” es decir, hacer un precepto o estudiar y profundizar en la Torá, no por su propio valor, sino por otro interés externo a ella, es por eso que recomendaron los sabios diciendo: “No la conviertas (la Torá) en corona para vanagloriarte, ni en herramienta para cavar con ella” (Avot 4:7); de esta manera insinuaron lo que te explayé, es decir, no tener como objetivo del estudio de la Torá el recibir honores ni acaudalar dinero, como tampoco dedicarse al estudio de la Torá del Dios altísimo, como medio de manutención; en resumen, que no tenga otro propósito al estudiar la sabiduría, que la sabiduría misma, es decir, saberla, aprehenderla; así, el anhelo de la persecución de la verdad no es otro que la verdad misma, saber que es verdad; y la Torá es la verdad, y el objetivo de saberla es ponerla en práctica; por lo tanto no es digno que el hombre íntegro se cuestione: -“Al cumplir con los preceptos, que constituyen las buenas cualidades y la rectitud, y al alejarme de las transgresiones que conforman las malas cualidades, tal como nos ordenó Dios, exaltado sea, ¿cuál será la recompensa que recibiré por ello?”- ya que al pensar de esta manera, se asemeja al joven de nuestro ejemplo que dice: “¿Qué me darán si estudio Torá?” Respondiéndole que recibirá tal o cual cosa si estudia, pues con su actitud nos percatamos de la falta de madurez intelectual que le imposibilita comprender el valor del estudio de la Torá por sí mismo, por lo tanto reclama del objetivo, un objetivo. En este caso recibe como respuesta algo conforme a su ignorancia, tal como dice en Proverbios 26:5: “Responde al insensato acorde a su insensatez”.
También los sabios nos previenen sobre esto, al decir que, con respecto al servicio a Dios o al cumplimiento de Sus preceptos, no anteponga ningún otro objetivo, esto es lo que expresó aquel hombre íntegro quien percibió la verdadera noción del tema, me refiero a Antignos Ish Sojos, al decir: “No seáis como los servidores que sirven a su patrón para recibir una recompensa, sed como los que sirven a su patrón sin importarles la recompensa” (Avot 1:3), queriendo decir con estas palabras: “Creed en la verdad por la verdad misma”
Al que se conduce de esta manera se lo denomina que “sirve a Dios por amor”. Más aún dijeron nuestros sabios: “Está escrito en Salmos 112:1 En Sus preceptos me regocijo, dijo Rabí Eleazar: En Sus preceptos está escrito y no En la recompensa de Sus preceptos”, percátate de lo sublime y la profundidad de esta afirmación y cuánta luz irradia sobre nuestro tema. Pero más contundente aún es lo que expresaron en el Sifré (sección Ekev): “Tal vez digas: estudiaré Torá para ser rico, o para que me llamen rabino, o para recibir la recompensa en el mundo venidero. Sobre todo esto fue dicho: Por amor a Dios (Deuteronomio 19:9) es decir, todo lo que hagas, no lo hagas sino por amor a Dios”, de esta manera queda elucidado el tema y es patente que este es el objetivo de la Torá y la base de los dichos de los sabios, por lo tanto no apartes tu vista de esto, pues sólo los necios e ignorantes, que fantasean y anulan su raciocinio, pueden apartarse de este pensamiento. Esta forma de razonar constituye el nivel sublime que alcanzó Abraham, nuestro padre, pues él servía a Dios por amor. En este camino es apropiado encaminarse y esforzarse
Hasta aquí la cita de Rambam. Volviendo a nuestro tema del motivo por el cual Moshé ansía tanto poder entrar a la tierra de Israel, debemos afirmar que obviamente Moshé se conducía de esta manera que Rambam menciona, por lo tanto no sería correcto pensar que el motivo de Moshé es poder adquirir una mayor recompensa.
Entonces ¿Cuál es el motivo por el cual Moshé tanto insiste para entrar a la tierra de Israel?
Moshé, al igual que Abraham, no eran personas egocéntricas, que solo pensaban en ellos o solo les importaba crecer y alcanzar la grandeza ellos solos. Sino que ellos ansiaban poder ser un instrumento para poder hacer que la voluntad de Dios se cumpla.
Es por eso que Abraham no se contentaba con que haya solo individuos que sirvan a Dios, él deseaba que haya toda una multitud que reconozca a Dios y lo sirva.
Para poder alcanzar la perfección de este mundo, una sociedad ideal, el plan Divino es la Torá. En ella se estipula cómo debe conducirse un pueblo y una sociedad perfecta.
Moshé lo que más desea es que la creación de Dios alcance el nivel más alto posible que Dios quiere. Es por eso que, tal como Abraham, no solo se conforma con que surjan individuos elevados y justos, bondadosos y perfectos, sino que aspira a establecer, una sociedad perfecta que se encamine y se conduzca por los preceptos de la Torá.
Ahora bien, Moshé ya los había sacado de la esclavitud de Egipto (esclavitud física y mental de correr en pos de los placeres y las pasiones), les había entregado la Torá, los condujo cuarenta años por el desierto y ahora lo que más desea es poder ingresarlos a la tierra de Israel para que finalmente se pueda establecer ese reino especial (reino de sacerdotes y pueblo santo, tal como dijo en el monte Sinai) y que entonces todo funcione correctamente y sea motivo de inspiración para otros pueblos y sociedades que querrán imitarlos y de esa todo el mundo alcanzara su grado de perfección.
Si bien Moshé ya les había proporcionado todas las herramientas necesarias para ese objetivo, Moshé deseaba poder él mismo verlo hecho realidad y funcionando. Es como un relojero que va a crear un reloj perfecto, no solo basta con que deje los planos y las piezas específicas, sino que también es importante que las arme y vea cómo funciona todo armónicamente o si hace falta algún retoque momentáneo.
Este es el verdadero motivo por el cual Moshé insiste tanto con entrar, pues él quiere dejar establecida la sociedad perfecta y funcionando cada uno de los integrantes de la sociedad en su categoría y orden y así el mundo pueda contagiarse y quieran adoptar estas mismas reglas y valores elevados. Ya no se trata solo del pueblo de Israel, sino de toda la humanidad.
Para ilustrar esta idea recurriré a un famoso cuento:
Un científico vivía preocupado por los problemas del mundo y estaba resuelto a encontrar el medio de hacerlos disminuir. Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas.
Cierto día, su hijo de siete años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, intentó hacer que el hijo fuese a jugar en otro sitio. Viendo que sería imposible sacarlo de allí, el padre buscó algo que ofrecer al hijo con el objetivo de distraer su atención. De repente vio un mapa del mundo en una revista, lo recortó en muchos pedazos y lo entregó al hijo, junto con un rollo de cinta adhesiva, diciendo: — ¿A ti te gustan los rompecabezas? Entonces voy a darte el mundo para arreglar. Aquí está el mundo todo roto. ¡Mira si puedes arreglarlo bien! Hazlo todo solo. El científico calculó que al niño le llevaría varios días recomponer el mapa.
Algunas horas después, oyó la voz del hijo que le llamaba calmadamente:
— ¡Padre, padre!, ya he hecho todo. ¡Conseguí terminar todo!
Al principio el padre no dio crédito a las palabras del hijo. Era imposible que a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto. Entonces, el científico levantó los ojos de sus anotaciones, seguro de que vería un trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en los sitios correspondientes.
"¿Cómo era posible? ¿Cómo lo había logrado el niño?" —se preguntó el padre.
—Tú no sabías cómo era el mundo, hijo mío. ¿Cómo lo conseguiste?
—Padre, yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando tú tomaste la hoja de la revista para recortar, yo vi que del otro lado había una figura de un hombre. Cuando tú me diste el mundo para arreglar, yo intenté pero no lo conseguí. Entonces me acordé del hombre, di vuelta los recortes y empecé a arreglar al hombre, que yo sí sabía cómo armarlo. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta la hoja y encontré que había arreglado el mundo.
Es muy factible que si Moshé hubiese entrado a la tierra de Israel, la historia hubiera sido distinta, tal vez todo el libro de jueces y los problemas que se mencionan en el libro de Yehoshua se hubieran evitado.
Siendo así, entonces ¿Por qué Dios no lo dejó entrar?
Tal como dijimos esto es lo que Moshé piensa, pero en la realidad, tal como citamos en la parashá en la cual Dios les dice a Moshé y Aarón que ellos no van a ingresar a la tierra de Israel, (parashat Jukat, “El error de Moshé”) tanto Moshé como Aarón, ya habían perdido un poco esa capacidad de liderazgo perfecto, ya estaban degastados, es por eso que Dios decide dar por concluida la santa y perfecta labor de estos dos grandes líderes y mejores maestros que ha tenido el pueblo de Israel.