El final de la misión

El final de la misión

Todos recordamos la dura esclavitud a la que los egipcios sometieron al pueblo de Israel. No obstante, aquí nos topamos con una profecía desconcertante según la cual, los egipcios adorarán a Dios y le rezarán. ¿Cuál es el sentido de esta extrema transición que habrá de darse en la naturaleza egipcia?

La profecía (“Masá”) alusiva a Egipto es más que sorprendente. El profeta anticipa una profecía según la cual Egipto se habrá de arrepentir y retornará a la senda de Dios. Los egipcios construirán un altar a Dios en el centro de su país, sobre el cual ofrecerán sus sacrificios y pagarán sus promesas. Su retorno y arrepentimiento (“Teshuvá”) será tan profundo, que serán denominados por Dios “Bendito sea Egipto, pueblo Mío” (versículo 25). Un nombre que se le adjudicó solamente al pueblo de Israel, el pueblo de Dios,

¿Cómo se concilia esta brillante descripción con la terrible descripción de la dura esclavitud del pueblo de Israel en Egipto y los terribles decretos de arrojar a los niños al Nilo, y provocar su muerte? ¿Cómo se concilia esta descripción con la intransigencia de Paró quien no quiere enviar al pueblo de Israel, a pesar de la orden de Dios y con su desprecio manifiesto por Moshé y Aharón y por el Dios de Israel, hasta el punto que manifiesta “¿Quién es Dios para que yo haya de escuchar su voz? (Shemot, capítulo 5, versículo 2) y agrega, con jactancia “El río es mío y yo lo hice” (Yejezkel, capítulo 29, versículo 3)?.

Aparentemente, se podría atribuir todo a la maldad de Paró, que en esta profecía es sustituido por otro rey que gobernará en Egipto y cambiará todo. Así también hay comentaristas que sostienen que se trata de Tiraca, el rey de Kush (a continuación, capítulo 37, versículo 9) o Asarjadón, el rey de Ashur. Sin embargo, parece que el profeta explica esto de otra manera, a la luz de la comparación que realiza entre Egipto y Ashur al final de la profecía (capítulo 19, versículos 24-25).

Egipto tuvo una misión importante en la historia del pueblo de Israel, al igual que Ashur. Debían esclavizar al pueblo de Israel, a fin de unirlos y extraer de ellos al pueblo de Israel, que anunciaría el mensaje de la fe en Dios en el mundo. Con este fin, también eran necesarios las Diez Plagas y la apertura del Mar de los Juncos, y es por ello que Dios endureció sus corazones. Ahora, la misión cambia y el pueblo de Israel se convierte en el nexo conector entre ellos y Dios y en el que difunde la fe en Dios como parte de su propósito de ser un reino de Sacerdotes y un pueblo santo. La desnudez de Egipto se revela de un modo vergonzoso a la vista de todos (capítulo 20) y así se purifica de las abominaciones de las cuales se enorgullecía.

Un proceso similar se dará también en el reino de Ashur que se desempeña como la mano dura de Dios, en el castigo al reino de Israel, por sus numerosos pecados. Sin embargo, al final, el pueblo de Israel se convertirá en el hilo conector entre ellos y Dios e incluso serán los promotores del retorno y arrepentimiento y la mejora de ellos.

 

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