El fuego ardiente en lugares ocultos

El fuego ardiente en lugares ocultos

De acuerdo al método de Rabí Iehudá, incluso en el marco de las travesías por el desierto no apagaron el fuego del altar  sino tan solo lo cubrieron. De ese modo, la Torá nos insinúa acerca del deber de preservar el fuego ardiente en nuestro interior, incluso en los tiempos difíciles.

En este capítulo la Torá describe ampliamente los preparativos que se requieren para la cobertura de los enseres del Mishkán (Tabernáculo) en el momento de emprender el viaje por el desierto, y al llegar a la cobertura del altar de cobre adopta una frase excepcional: “y recogerán las cenizas del altar y extenderán sobre él un ropaje de púrpura escarlata” (Versículo 13). Este versículo motiva una pregunta difícil: en el libro Vaikrá la Torá establece “Un fuego perpetuo habrá de arder sobre el altar, no habrá de apagarse.” (Vaikrá, capítulo 6, versículo 6) y si el fuego ardía sobre el altar también en el momento de los desplazamientos, ¿cómo es que extendieron sobre él un ropaje de púrpura escarlata que se incinerará?

Aquí, en su comentario, Rashi responde siguiendo el pensamiento de Jazal (nuestros Sabios de Bendita Memoria): “Y un fuego que descendió del cielo debajo de  la vestimenta como un león en el momento del viaje, y no lo quema-ya que le imponían una olla de cobre”. La explicación de Rashi es consecuente con el pensamiento de Rabí Iehudá citado en el Talmud Ierushalmi (Iomá capítulo 4, 6). Según Rabí Iehudá un fuego perpetuo permanecía encendido también en los desplazamientos, y para que no se queme el ropaje de púrpura escarlata se le imponía una olla de cobre.

¿Qué mensaje extraemos de aquí para nuestro tiempo? La Torá quiere mostrarnos que debemos preservar el fuego celestial superior sobre el altar, para que tampoco se apague durante la travesía y los traslados. Ese es el fuego que se le reveló a Dios en el episodio de la zarza ardiente (Shemot capítulo 3, versículo 2) y este es el fuego que vio todo el pueblo de Israel en el evento del monte Sinai (Devarim capítulo 4, versículo 11). Este es el fuego que ardía en aquellos que santificaron el nombre de Dios a lo largo de las generaciones, desde nuestro patriarca Abraham que fue arrojado al horno y hasta Mishael, Jananiá y Azariá, y desde Rabí Janina Ben Teradion que fue rodeado por una soga de sarmientos y lo incineraron y hasta aquellos que eran incinerados en la hoguera de la inquisición. Este es el fuego que ardía en los huesos de aquellos que ofrendaron sus vidas luchando en la clandestinidad, a quienes colocaron una prenda roja de condenados a muerte pero vieron en ella una prenda carmesí de  realeza y este es el fuego de la entrega total que ardía en el corazón de los combatientes por el resurgimiento de Israel…

Editado por el equipo del sitio del Tanaj de la serie "Meat min Haor", publicada por la Biblioteca Beit El con la colaboración de la organización "Orot".

 

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