La Torá reglamentó hacer sonar el Shofar en el año del Iovel para la liberación de los servidores, justamente en Iom Hakipurim. En Iom Hakipurim salimos hacia una libertad espiritual, nos liberamos del yugo del instinto del mal. En el Iovel hay una salida hacia la libertad física, liberación del yugo físico que surgió de la esclavitud espiritual.
Tal como sucede en el mundo, la persona es arrastrada por sus malos instintos, tras la codicia y el orgullo, el enojo y la envidia, la pereza y el honor, ya que ellos le ofrecen satisfacciones inmediatas. Y visto y considerando que empezó a sentirse atraído por ellos, se transforma en una especie de sometido a ellos. No obstante, en su interior él aún anhela la verdad y el bien, pero le resulta muy difícil plasmar su buena voluntad, porque ya se ha vuelto adicto a la satisfacción de sus instintos, y su alma está apresada y atormentada.
Por medio de la Teshuvá (Retorno) la persona sale a la libertad y se libera de las ataduras que lo tienen amarrado, y su alma se libera de las ataduras del instinto y entonces puede revelarse libremente y descubrir su verdadera voluntad e iluminar la senda de la persona, porque la Teshuvá es la aspiración a la libertad Divina en las que no hay ninguna esclavitud (OrotTeshuvá, 5, 5;7,4). Y eso es lo que dijeron los Sabios (Pirkei Avot, Tratado de los Principios, capítulo 6, Mishná 2): “No hay persona libre sino aquel que se ocupa de la Torá”. Porque la Torá guía a la persona en el camino de la verdad y el bien, que a través de ella podrá concretar todas sus buenas aspiraciones, los ideales Divinos cuya alma anhela.
Por eso Iom Hakipurim es también un día de libertad, y así lo aprendimos en el precepto de Iovel. Tal como el mundo se comporta, como consecuencia de la pereza y la codicia o a partir de otros pesares, a veces la gente se ve forzada a vender sus campos, y en ocasiones se ven forzados a venderse a sí mismos como esclavos. No obstante, la Torá guía a la gente para ser aplicada y no dejarse arrastrar por sus instintos y esclavizarse a los deberes, pero hay personas cuyos instintos se imponen sobre ellos, y ellos hipotecan su futuro por un presente fugaz, hasta que al final venden sus campos y se esclavizan a sí mismos. Y Dios se apiada de ellos y principalmente de sus familias, y nos estableció el precepto de Iovel en el año cincuenta, en el que todos los esclavos salen a la libertad, y todos los campos retornan a sus dueños.
El día en el cual la Torá fijó que salieran los esclavos hacia la libertad y los campos retornen a sus dueños es el día del perdón, el día de la liberación espiritual, como está citado: “Y proclamarás con el toque de Shofár en el mes séptimo: en el día diez del mes” (Versículo 9).
En recuerdo del toque de Shofar en el Iovel, el pueblo de Israel acostumbraba a tocar el Shofar al finalizar Iom Kipur (Rabino Hai Gaón). Porque en cada Iom Kipur, el pueblo de Israel alcanza una libertad similar a la del Iovel. La libertad de la esclavitud a los malos instintos es como un ejemplo de la liberación de los esclavos que salieron hacia la libertad. Y el restituir el alma al cuerpo, es como el ejemplo del campo que retorna a su dueño. Ya que en el momento en que la persona es arrastrada por sus instintos, el cuerpo se desconecta del alma y se somete a codicias extrañas y le da su fuerza a extraños en la transgresión. Y a través de la Teshuvá en Iom Hakipurim, el cuerpo retorna al alma, para alegrarse con ella, con la alegría del precepto, y descubrir la palabra de Dios en el mundo, y de ese modo la persona logra alcanzar una vida buena y con bendiciones.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj y Maor Horowitz, Academia Rabínica "Har Brajá".