Ante el temor de que ya no podrían ser redimidos, el profeta describe que sólo los pecados son los que le ocultan a Israel la luz de Dios y su salvación.
Cuando una persona peca siente que se ha alejado de Dios, que ya no es posible salvarla. El capítulo aborda esta sensación en el pueblo de Israel, y anuncia que se trata de un craso error: “He aquí que no se ha acortado la mano del Señor para salvar, ni es sordo Su oído para oír” (versículo 1). Dios es Eterno, y los seres humanos no pueden modificarlo o alejarlo. La persona debe saber que incluso si se arrepiente de su pecado y no logra desprenderse del mismo, y se siente recluida en su pecado, el hecho mismo del arrepentimiento ya hace bien y comienza a expiar sus pecados. Los israelitas argumentan que Dios se distanció de ellos, pero en el transcurso del capítulo Dios señala que Él no se ha alejado de los hijos de Israel, sino que tan solo se ocultó de ellos. Cuando la persona comete un pecado, en realidad, agrega una barrera entre ella y Dios: “sino que vuestras iniquidades separan entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han ocultado de vosotros (Su) rostro, de modo que Él no (los) oiga” (versículo 2). Entonces, resulta que cuando trata de encontrar a Dios sin abandonar el pecado, es como si caminara en la oscuridad-“Tropezamos al mediodía como en el crepúsculo” (versículo 10)-a pesar de que la luz de Dios aún está, se encuentra oculta de él y le parece como si fuera la medianoche.
El capítulo detalla los pecados de los israelitas, como si Dios hubiera revisado en cada rincón y encontró un pecado: “Porque vuestras manos están contaminadas de sangre, y vuestros dedos de iniquidad...” (versículo 3), también sus labios, sus piernas, sus pensamientos, el camino y la senda de Israel. Si tuvieran algún mérito, aunque sea menor, o tan solo un pensamiento de Teshuvá, de arrepentimiento y retorno, serían redimidos.
El ideal es hallar un camino para arrepentirnos del pecado, y que Dios nos redima por nuestros méritos, y no solo por Su gran misericordia. Dios asegura que siempre es posible arrepentirse y aproximarse a Él, y siempre, a pesar de los pecados, el espíritu de Dios y Su Torá se encuentran con Israel: “Mi espíritu que está sobre ti, y Mis palabras que he puesto en tu boca, no se apartarán de tu boca, ni de la boca de tu simiente, ni de la boca de la simiente de tu simiente, dice el Señor, desde ahora en adelante y para siempre” (versículo 21).
Los referentes que escriben en esta sección son miembros de la organización “Najat”-jóvenes amantes del Tanaj, un Centro de Estudios del Tanaj para la Juventud.