He aquí que sobre las palmas (de Mis manos) Te he grabado

He aquí que sobre las palmas (de Mis manos) Te he grabado

 

La congregación de Israel se siente como una mujer abandonada y sin esperanza alguna  de salvación. Sin embargo, Dios le dice que Él nunca la ha olvidado sino que ella siempre está ante Sus ojos: " He aquí que sobre las palmas (de Mis manos) Te he grabado" (versículo 16).

 El profeta Yeshaiahu busca abordar en su profecía la situación de Israel después de que el rey de Bavel, Babilonia los exilió de la tierra. El pueblo de Israel está ahora disperso por todas partes. Se sienten abandonados y desamparados ya que llevan setenta años en el exilio. La tierra está desolada sin habitantes y completamente destruida. Las casas están en ruinas y los campos secos.

La congregación de Israel es descrita como una viuda o una mujer divorciada (capítulo 50, versículo 1) que siente que su esposo, Dios, optó por separarse y finalizar el vínculo que existía entre ellos durante cientos de años y anular el pacto eterno sobre el cual juró a los santos patriarcas. Ella se siente abandonada y sin ninguna esperanza de salvación.

Esta percepción es la que el profeta busca desarraigar con la declaración fundamental "He aquí que sobre las palmas (de Mis manos) te he grabado" (versículo 16). El Talmud en Taanit 4a interpreta que las palmas están siempre expuestas y por lo tanto el grabado en ellas constituye un recordatorio constante del pueblo de Israel para Dios, mientras que la congregación de Israel en Shir Hashirim, el Cantar de los Cantares, solo pide " Ponme como sello sobre tu corazón, como sello sobre tu brazo" (Shir Hashirim capítulo 8, versículo 6), que son lugares que a veces se ven y a veces se cubren.

Esto significa que Dios recuerda a la congregación de Israel todo el tiempo. Aunque a veces no sea evidente que Él protege, salva y guarda, la verdad es que Él siempre está detrás del telón evitando que todos los enemigos apaguen la brasa del remanente de Israel. Y cuando llegue el momento, Él mismo traerá a Israel de vuelta a su tierra con Sus propias manos.

A partir de esta comprensión, la congregación de Israel se llena de fe y esperanza y comienza a confiar en Dios, sabiendo que no tenemos en quién apoyarnos realmente sino en nuestro Padre que está en los cielos (capítulo 50, versículo 7). Existe una conexión especial entre el pueblo de Israel y Dios que no está condicionada a ciertas acciones u otras, y esto no debemos olvidarlo.

 

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