Truma es la condensación de las instrucciones para la construcción del Mishkan. El verdadero significado del Mishkan sólo es comprensible si tomamos en cuenta su sentido y su posición. La Parshá Truma es una continuación de las ideas de Matán Torá, y la Hitzalut (Revelación) en el Monte del Sinaí.
La Divinidad se reveló al pueblo de Israel, es la Shejiná, que simboliza la revelación de Ds' al hombre. Shejiná es el Espíritu Divino descendiendo sobre el hombre.
El "Mishkan" está etimológicamente unido con “Shejiná", pues ambos provienen de la misma raíz: “Shajon”, "morar”, que en forma alegórica utiliza la Torá con respecto a la Divinidad. El pueblo judío se había elevado por medio del Maamad Har Sinai, a las alturas espirituales. El abandono del Sinaí podía significar, el abandono y la degradación moral, y el Mishkán era el destinado a mantener la presencia de la Divinidad constante en el pueblo. Como ya lo hemos hecho notar este es el sentido del mandamiento divino.
"ועשו לי משכן ושכנתי בתוכם" (כ"ה ח´)
“Y harán para mí el Mishkan y moraré entre ellos”.
Ya nos hemos detenido sobre la absoluta negación del antropomorfismo en el sentido del Mishkan. Este sentido sin embargo recorre esencialmente los principios todos del judaísmo.
Veamos por ejemplo el Maamad Har Sinai. Según la Mesorá él Maamad Har Sinai ocurrió el seis de Sivan, es decir a los 50 días (después de 7 semanas) de la salida de Egipto, del primer día de Pesaj.
Las fiestas de Pesaj y Shavuot se hallan por los días de la Sefirá, sin embargo el sentido preciso de Shavuot no se encuentra explícitamente en la Torá. Sí nosotros sin embargo analizamos el relato de Matán Torá, coincidiremos con la Mesorá, e indudablemente Shavuot se halla unido al Maamad Har Sinai.
Diversos comentadores se han detenido sobre esta singularidad, De la misma manera ha sido imposible identificar al monte Sinaí, ya que en particular la Torá no nos refiere nada en absoluto.
Por otra parte el Midrash agrega que la Torá. Fue dada no en Eretz Israel, sino en el Desierto, pues como el desierto, tampoco la Torá se halla unida a determinada individualidad, nacionalidad o estado. Según la expresión talmúdica, el Midbar (desierto) es Hefker, sin dueño y cada persona puede poseerla, y de la misma manera cada persona puede lograr el Keter Torá, el cetro de la Torá.
Vemos pues dos detalles íntimamente unidos .
El Maamad Har Sinai no se haya individualizado ni en el tiempo, ni en el espacio. Shavuot es el Iom Matán Toratenu. Los jajamim aclaran que Shavuot es Matan (entrega), pero no Kabalat (recepción) de la Torá. La Torá fue ciertamente entregada en determinado día, pero la Kabalat-Hatorá no está unida a ningún día en particular, pues cada día puede y debe “recibirse” la Torá.
La idea central es pues notoria. La principal intención de la Torá es despojarse de todo particularismo o individualismo y hacer recalcar su carácter general y universal. Y este carácter esencial nace de las concepciones del judaísmo. El judaísmo es el espíritu de la unidad por excelencia, que ve en la pluralidad y diversidad de los acaeceres materiales al único principio espiritual.
El Sefer Bereshit comienza con la creación del Universo y la genealogía de la humanidad entera. La Torá nos muestra la Unidad de la Naturaleza y la de la humanidad entera. Esta idea se basa en la idea de Universalidad Divina. El politeísmo creía en muchos dioses “nacionales”, el monoteísmo nos inculca la creencia en único Ser Universal. Ds' se halla por encima de las fronteras, razas o colores, Ds' no se halla ligado al tiempo y al espacio.
El segundo principio es la completa oposición al antropomorfismo. Ds' no es en el judaísmo la imagen del hombre, y por ello nuestras ideas sobre la Divinidad deben sobreponerse sobre las imágenes naturales, aún los ya citados conceptos del "tiempo' y del "espacio".
Con estos principios podemos detenernos someramente sobre la idea del Ohel Moed o Mishkan. El principal móvil del Mishkan es el "y moraré entre ellos”. No “en él”, sino “entre ellos”. Y Con esto se llega a la absoluta negación del antropomorfismo. Las excavaciones arqueológicas nos muestran los Templos de la antigüedad y en ellos encontramos dos objetos que nos muestran su principal carácter y sentido; una cama y un armario para guardar objetos personales. Estos objetos se hallan radicalmente desterrados del templo hebreo.
El Templo no era morada de Ds', sino de los hombres, y el principal sentido es la de magnificar la conducción divina del pueblo. El Aron-Hakodesh (arca sagrada) y el Mishkan eran los destinados a simbolizar e inculcar en el pueblo la idea de la Hashgaja y de la presencia de la Divinidad. Es decir alejarse del Monte Sinaí y del día de Matán-Torá no significa alejarse de Ds'. La Shejiná acompaña al hombre dondequiera este se encuentre, y esa unión se halla simbolizada por el Mishkan, por el Santuario. La Divinidad no se halla pues unida a “santidad”, en el lugar, sino “santidad” en el hombre.
Esto es lo que respecta al primer principio, a la “Universalidad”. La Superación del antropomorfismo, el segundo principio, se revela en todos los detalles del Mishkan, y la influencia psicológica de esta particularidad es notoria. La Historia nos puede relatar la impresión que el Templo de Jerusalén causa a los altos dignatarios y jefes grecorromanos. Al penetrar en el Templo la primera acción de Tito “el malvado”, es la de irrumpir en el Sanctun-Sanctorium, en el "Kodesh-Hakodashim”, buscando al Ds' que los judíos adoran, más nada pudo encontrar. Este fue uno de los principales motivos de la universal incomprensión hacia el pueblo judío, pues la fantasía pagana no podía comprender cómo era posible adorar a aquel “invisible Dios”.
El objeto del Mishkán era desterrar radicalmente este error. La adoración, el culto, son perfectamente lógicos y comprensibles, son necesidades y deberes psicológicos, pero ello no significa en absoluto la creencia en un Ds' humano, en un ídolo o fetiche. Por ello es que podríamos definir al Mishkan, como un Templo para el hombre, más que un templo para Ds'. Y así es como la Avodá se eleva y espiritualiza, y así también podamos oír las palabras de Shlomo, el Rey Sabio, al construir el Gran Templo de Jerusalén.
“Empero, es verdad que el Señor haya de morar sobre la tierra?. He aquí que los cielos y los cielos de los cielos no te pueden contener. Cuánto menos aún esta casa que yo he edificado?...
Que estén tus ojos abiertos de noche y de día sobre esta casa, sobre este lugar del cual has dicho. “Mi nombre estará allí”, y que oigas la oración que tu siervo hará en éste lugar (Reyes I, VIII 27,29).
Ni los cielos, ni los cielos de los cielos encierran o contienen al Señor. El Mishkan, el Mikdash no hacen “bajar” a la Divinidad, no la encierran ni enclaustran, más engrandecen al hombre y lo elevan hasta que él y su corazón lleguen a la Divinidad.
"וזאת התרומה אשר תקחו" (כ"ה ג´)
Y ésta será la Trumá, la ofrenda que llevareis” (XXV, 3). La ofrenda comprende los trece materiales que se utilizaron para la construcción del Mishkán y sus partes, oro, plata, cobre, púrpura, etc. El Sforno, al igual que el Maguid Midubna, se detiene sobre éste carácter de la ofrenda.
“צוה שלא יקבלו כל שוה כסף" (ספורנו)
Ordena que no se recibieran valores en general sino únicamente lo que se podía utilizar en la construcción del Mishkan.
El Mishkan debía ser edificado por el mismo pueblo, y cada uno de sus elementos debía llevar en sí el amor del judío. El Mishkán era construido materialmente, pero a la par se construía un Mishkan superior, espiritual con las instrucciones, con el amor de aquellos que entregaron lo suyo para construirlo. Por ello no fueron las ofrendas obligatorias, el precepto divino, por el contrario proclama:
“De todo varón que la diere de su voluntad, de corazón tomareis mi ofrenda". El Señor pide su ofrenda: “Que tomen para mí ofrenda”. La tierra toda es del Señor, y Él pide para mí" la ofrenda. Pero la verdadera ofrenda era la del espíritu.
Y el verdadero Mikdash es el que se construya con los corazones unidos del pueblo judío.
No un Mikdash de piedras, sino de almas.