La confesión de Iehudá que salvó a Tamar, que debía recibir la pena de la hoguera, tal como lo establecía la ley de esa época, nos enseña que la demanda bíblica no se conforma con que el hecho “esté en orden” desde el aspecto legal y el encuadre, sino que demanda una exigencia suprema de asumir la responsabilidad por una conducta ética y moral.
Desde el punto de vista formal, y acorde a la ley imperante en ese tiempo, a Tamar le correspondía el veredicto de “Sáquenla y que sea quemada” (versículo 24). Tamar era lo que en esa época se denominaba “Shomeret Iabem” (Levirato: práctica que consiste en que una viuda pasa a ser la esposa de uno de los hermanos del marido difunto)), y a pesar de que el “Iebum” de esa época era diferente al que finalmente ordenó la Torá, he aquí que la sentencia es similar a la sentencia de una hija de Cohen. Así lo explicó Rashi. No obstante el Rambán enfatizó el hecho que se tratan de leyes totalmente diferentes, ya sea que emanan del status especial de Iehudá como “Oficial de policía y gobernante en la tierra”, o ya sea que se trate de que en esa época se le concedía al marido el derecho de juzgar a su esposa en caso que ella haya cometido adulterio. La postura de todos los comentaristas es unánime según la ley de aquella época – por lo tanto tenía asidero el hecho de quemar a Tamar.
¿Y por qué motivo finalmente Iehudá no actuó de esa manera? Iehudá no actuó de ese modo por el hecho que existen otros aspectospara afrontar una situación compleja. La ley y el juicio no son los únicos elementos puestos en debate, sino también la moral y la justicia. Según el Rambán, en este caso, Iehudá dijo que “a través de sus acciones, ella estuvo más en lo cierto que yo, porque ella es la justa y yo he pecado contra ella, por no concederle a mi hijo Shelá”
Es decir: hay una brecha entre la postura formal y la posición moral esencial. Desde el aspecto formal Tamar ha elegido en su libre albedrío, acostarse con Iehudá cometiendo así una grave transgresión, mientras que por su parte, Iehudá fue confundido por quien consideraba que ella era una prostituta, y por ende, él no es culpable. Desde el aspecto esencial el cuadro es inverso: Iehudá es la causa esencial que hizo que Tamar actuara en base a la desesperanza en la que se desenvolvía, y él es el verdadero culpable en este episodio.
Este hecho nos muestra que el sistema jurídico legal es sólo uno de los aspectos de la cuestión. Una persona puede estar a la altura de todas sus exigencias, y aún así será considerado “Nabal birshsut haTorá” (se refiere a una persona que aún realizando acciones que están permitidas, se envilece); puede ser que desde el aspecto formal la persona no sea culpable en absoluto, pero en el nivel esencial, la Torá interior le demandará asumir la responsabilidad de ello, y por supuesto que, desde el punto de vista formal, no puede juzgar a quien fue perjudicado por él, aunque haya actuado fuera de la ley.
Esta cuestión nos enseña una y otra vez las limitaciones existentes en el sistema jurídico. Todo sistema judicial se ocupa de los aspectos formales, los cuales son de suma importancia, pero no una importancia exclusiva. En el sistema público de nuestros tiempos hay una indefinición de valores en este ámbito. Como consecuencia de la vasta judicialización son muchos los que sostienen que si la persona no fue acusada por el sistema judicial, pues no puede haber contra él ninguna crítica en relación a su conducta inmoral y no ética. El episodio de Iehudá y Tamar nos enseña una vez más que se trata de niveles diferentes, diversos y complejos.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj
Gentileza del sitio de la Academia Rabínica "Orot Shaul"