La Eternidad de la Torá

La Eternidad de la Torá


“Todo lo que Yo os ordeno, guardaos para cumplir; nada le añadiréis ni le restareis”
Preguntas
• Cuando dice que no se le puede añadir nada, ¿se refiere a no añadir  otro precepto?
• ¿Se puede conservar el pentateuco tal y como lo conocemos y luego agregar otro libro o se estaría infringiendo este versículo?
• ¿Esta prohibición, se refiere a la Torá escrita o también recae sobre la Torá Oral?
• Si no se puede agregar ni quitar nada, entonces ¿Por qué los sabios agregan decretos o prohibiciones?
• ¿Sería factible que Dios cambie la Torá por otra?
• ¿Cuál es el motivo por el cual no se puede agregar ni quitar nada?
Respuestas 
Lo que vemos claramente de  este versículo es que  nos viene a enseñar que la Torá es eterna, 1) nada se le puede agregar ni quitar, 2) no se puede anular nada y 3) ni puede ser cambiada.
Cuando decimos que no se puede anular nada, este concepto, tolera la posibilidad de sumarle otro libro, como por ejemplo el nuevo testamento o el Corán, es por eso que, tal como Rambam define en Perek Jelek, se especifica, “que no será cambiada”, pues estos libros que se agregaron después, como el Corán o el nuevo testamento, lo que hacen, es mantener el antiguo testamento sin cambios, pero le agregan el nuevo libro sosteniendo que lo anterior quedó sin valor y lo que rige ahora es el nuevo libro que se agregó.
Para prevenir este tipo de cosas dice claramente: “no se puede agregar o quitar nada”, es decir el cuerpo de la Torá, sus 613 preceptos no se pueden modificar para nada.
Esto protege a la Torá de influencias externas, como nuevas religiones, o influencias internas del judaísmo, que pretenda agregar, quitar, o reformar el cuerpo de la Torá.
No es algo cuya vigencia era para cierta época, sino que los preceptos encomendados en la Torá son para todas las épocas. No es como sostienen ciertas tendencias dentro del judaísmo que afirman que algunos preceptos regían solo en aquellos tiempos, por ejemplo al referirse a las tareas prohibidas en Shabat aseguran que el encender fuego debería ser prohibido en aquellos tiempos ya que encenderlo implicaba un “trabajo” de frotar piedras hasta que salga una chispa, pero hoy en día es mucho más sencillo encender un fuego, por lo tanto en nuestra época no debería estar prohibido. 
Pensar de esta manera es una gran equivocación, pues no se percatan que la Torá es eterna y no cambia, y que al decir no encender fuego, no se refiere al “trabajo” que da encenderlo, sino a la acción en sí de encenderlo. 
Igualmente hay quienes sostienen que el motivo por el cual se prohíbe comer cerdo, es porque en la antigüedad existían varias enfermedades que afectaban a  los cerdos, como la triquinosis, etc. pero hoy en día que existen las vacunas no deberíamos abstenernos de comerlo. También  esta manera de pensar es un error. Nadie dijo que el único motivo que la Tora prohibió la carne de cerdo es por la triquinosis o alguna otra enfermedad. Además, como dijimos, la Torá no depende de las restricciones de la época o la moda del lugar, sino que sus leyes eternas no pasan de moda. El respetar a los padres, el no mentir, el no matar, no son valores que regían en la antigüedad pero que ahora son obsoletos, pues los valores y la verdad no dependen de alguna época en particular, son eternos,  para siempre.
Tanto Rambam como los sabios del talmud, son muy categóricos al afirmar que Dios no  reemplazará la Torá  por otra.
No es como sostienen los cristianos que hay un nuevo testamento, es decir que Dios mismo la cambia por otra y deja de tener valor la antigua, algo así es inconcebible, pues esto implica un profundo error en la concepción de Dios, ya que estamos pensando que Dios es como los humanos, que dice algo y luego se arrepiente. 
Vale la pena aclarar aquí los versículos bíblicos en los que dicen que Dios se arrepintió, como por ejemplo antes del diluvio. Esta expresión no debe entenderse literalmente, sino que es similar a expresiones tales como: “el dedo de Dios” o “el ojo de Dios”, en donde es obvio que no se trata de su sentido literal sino que está hablando en lenguaje figurativo.
Asimismo, cuando decimos que no se le puede agregar ni quitar nada, esto se refiere tanto la Torá  escrita como a la Torá oral
¿Cuál es el motivo por el cual no se puede agregar nada? El motivo por el cual no se le puede agregar nada es porque la Torá  representa la verdad absoluta, lo más perfecto, y entonces no puede cambiar. Tal como  2+2=4 no cambia, siempre es así, 
Si no se puede agregar ni quitar nada, entonces ¿Por qué los sabios agregan decretos o prohibiciones?
En realidad lo que los sabios hacen es agregar cosas que ayuden a preservar los preceptos de la Torá y que no pasen a ser poca cosa a los ojos de la gente. 
En ningún momento la intención de los sabios es agregar un precepto nuevo a los ya existentes, sino que los preceptos entregados por Dios, siempre serán 613. Las  normas que estipulan los sabios están en otra categoría: son ordenanzas de los sabios, cuyo rango es inferior a un precepto de la Torá. 
Es decir que los sabios no agregan ni quitan nada a los preceptos de la Torá, sino que estipulan normas que tienen un rango menor y cuyo objetivo es proteger los preceptos de Dios, hacer un cerco a la Torá. 
Cabe aclarar que los mandamientos rabínicos tienen otro estatus, normas y reglas que son completamente distintos a los mandamientos Divinos, tal como la diferencia entre una orden dictada por el presidente de un país, para que rija en todo el territorio y en todo momento y una orden dada por el celador de una clase para mantener la disciplina en la escuela. No obstante, esto no quiere decir que estamos exentos de cumplir las ordenanzas rabínicas. 
Vale la pena agregar aquí lo que Rambam  escribe en Isodé HaTorá, capítulo 9:1.- 
Está clara y expresamente dicho en la Torá que sus leyes son de eterna vigencia, no son susceptibles de modificación, merma o añadidura, pues está escrito: “Todo lo que Yo os ordeno, guardaos para cumplir; nada le añadiréis ni le restaréis” (Deuteronomio 13:1) y fue dicho: “Herencia para nosotros y nuestros hijos eternamente, para hacer conforme a todo lo escrito en esta Torá” (Deuteronomio 29:28). 
De aquí se infiere que todos los preceptos de la Torá nos competen eternamente, es lo que dice: “Leyes eternas para todas vuestras generaciones” (Levítico 23:14) y está escrito: “Pues ella no está en los cielos” (Deuteronomio 30:12); de donde se deduce que a ningún profeta le está permitido introducir innovaciones en la Torá. Por lo tanto, cualquiera, ya sea judío o no judío, que presentando señales y prodigios, afirme que el Eterno lo envió para añadir o restar un precepto [se refiere a la Torá escrita], o para dar una interpretación de cualquiera de los preceptos [se refiere a la Torá oral] contraria a la que hemos oído de Moisés, o diga que aquello que Israel tiene como preceptos no son para siempre ni para todas las generaciones sino sólo temporarios [esto se refiere a anular completamente la Torá], he aquí que se trata de un falso profeta, puesto que viene a contradecir la profecía de Moisés. 
Quien afirme esto en nombre de la profecía, es pasible de la pena capital, por la perversidad de hablar en nombre del Eterno cuando Éste no se lo ordenó, ya que Él, bendito Su Nombre, ordenó a Moisés que esta Ley fuera para nosotros y para nuestros hijos hasta la eternidad, y Dios no es un hombre como para mentir o cambiar de parecer. 
Rambam nos deja bien en claro que una vez que se afirmó que serían leyes eternas, es imposible que Dios le revele a un profeta que ya no es necesario realizar tal precepto, tal como presumen los cristianos, y cuando se les inquiere acerca de lo escrito en estos versículos sobre que la Torá no cambiará, ellos alegan que Dios se arrepintió, y al ser que ellos suponen que Dios puede cambiar o puede arrepentirse, a la manera de los humanos, no es de extrañar entonces, que hagan de un ser humano un Dios. 
La Torá que Dios le entregó al pueblo de Israel por medio de Moshé, es la voluntad de Dios, por lo tanto es perfecta y no puede tener cambios.
 

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