La gran fractura

La gran fractura

 

Desde que se produjo el quiebre en su relación con Shaúl, David debe escapar, y huye a Nov. Al no prosperar, David intenta escapar a la tierra de los Pelishtim (filisteos). Escapa para salvarse, como golpeado por su destino, pero los Pelishtim lo ven como el salvador de Israel. Y efectivamente, lo contemplan correctamente.  

Al producirse el quiebre en su relación con Shaúl, David debe escapar, y huye a Nov, a pesar de que dicho lugar no se halla en el recorrido de su fuga y no es el lugar adecuado para reequiparse. 

David está aún confundido y busca su camino. Se dirige en dos direcciones opuestas, imposibles e irreales. Por un lado, nuevamente la huida hacia D-s (como su primera huida hacia Shmuel). Nov es una ciudad de refugio, una isla de silencio en el fluir de la vida. Pero David encuentra allí a Doeg. Y le queda claro que tampoco Nov se halla fuera del marco. Al bloquearse esta dirección, David escapa hacia el otro extremo, hacia los Pelishtim. Nuevamente, un rumbo extremo, irreal e imposible. David aún habrá de aprender que no es posible escapar de la realidad. Debe regresar al marco de la vida y avanzar en ella, hasta que llegue a dirigirla. 

 

Tres cosas solicitó David en Nov: pan, una espada y la consulta a D-s (22,10, 15). A fin de reequiparse, podría haber ido también a otro lugar, pero lo solicitado por David, se halla justamente en Nov. Ahora emprende un nuevo camino, peligroso y opuesto a su espíritu y carácter. Por lo tanto, requiere de un alivio supremo: se dirige a consultarle a D-s. y en Nov, recibe la espada de Goliat, que simboliza más que cualquier otra cosa, la fuente de su valentía.  

David se escapa, se siente perseguido, oprimido y pobre. Siente que ha llegado el final, pero los Pelishtim lo contemplan como el “rey de la atierra” (versículo 12). No lo ven como alguien golpeado por el destino, impotente, sino como el salvador y redentor de Israel. Y efectivamente, lo contemplan correctamente. 

 

De este modo se registra la fuga de David, en dos círculos paralelos. El primer círculo se cierra con el renovado encuentro de Shaúl y David en lo de Shmuel (versículo 19) con una revelación profética y Divina, y concluye con la expectativa de la unión de la casa de Israel. Mientras que el segundo círculo, consecuencia de la elección humana, refleja crisis y destrucción. Shaúl desciende y David también. Shaúl se refleja en su pequeñez y David abandona la tierra; desciende hacia el enemigo, pierde sus cabales y se convierte en un loco. El nexo con la tierra y el pueblo, prácticamente se quebró, y aparentemente la imagen Divina, también se ha borrado. Pero  este es el camino del redentor. Moshe Rabenu creció en la casa de Paró, y el Mashiaj, próximo a llegar, se encuentra en el portón de acceso a Roma entre los afectados por la impureza, y desde esa puerta él se eleva y desde allí se incorpora y redime. La distancia entre aquello que para los humanos se asemeja a la locura con la genialidad de la profecía, no es muy grande. 

 Editado por el equipo del sitio del Tanj, del libro “Oz Melej-Iyunim beSefere Shmuel”, Ediciones Midreshet Hagolán. 

Volver al capítulo