Moshé Rabenu anhela ingresar a la tierra de Kenaan e intenta, con toda su fuerza, cambiar el decreto malo pero se topa con el rechazo contundente de Dios. ¿Qué es lo que él siente en esos momentos? ¿Cómo nos hubiéramos sentido nosotros en una situación similar? ¿Acaso hubiéramos continuado ocupándonos del pueblo o tal vez, nos hubiéramos desentendido de la responsabilidad para hacernos los “enojados”?
Desde siempre, intento imaginarme la figura de Moshé, el gran líder, que anhela conducir a su pueblo hacia la tierra prometida. Dios le permite sentirle un poco el gusto a la tierra-Moshé tiene el privilegio de conquistar la franja de la ribera del Iardén- pero al lugar anhelado, él no llega. ¿Qué es lo que él siente? ¿Acaso está enojado, triste o frustrado? ¿Qué es lo que él hace con todos esos sentimientos?
¿Qué hubiéramos hecho nosotros en su lugar? ¿Acaso nos hubiéramos hecho los “enojados”, como se dice habitualmente “si no nos quieren-pues haremos la nuestra”? ¿O tal vez haya otra opción? La Torá nos relata que inmediatamente después de las firmes palabras de Dios, que le dejaron en claro a Moshé, de un modo inequívoco que no hay modificación alguna en la instrucción dada por Dios y que Moshé no habrá de ingresar a la tierra de Israel, Moshé inicia una serie de acciones concretas. La más importante de las mismas, fue la de pronunciar una serie de discursos globales que reseñaban la diversidad de desafíos con los cuales el pueblo habría de lidiar en el ingreso a la tierra-desafíos religiosos, militares y económicos. Moshé podría haber dicho “esto ya no compete a mi responsabilidad, que los jóvenes se rompan la cabeza para sí mismos”. Todos conocemos a los directores o los líderes a los que no les agrada capacitar a sus sucesores adecuados, a fin de que todos recuerden su éxito.
Pero aquí es donde se revela la figura de una persona que concibe el dolor del pueblo como su propio dolor, y la desgracia nacional como la suya personal, y visto y considerando que así se comportó, siempre buscó el bienestar del pueblo, aún en su ausencia. No se abstiene de pronunciar duros conceptos que no caerán bien a oídos de los receptores de los mismos. Él pronuncia conceptos disuasivos por una posible expulsión de la tierra, en circunstancias determinadas.
En esta Parashá Moshé nos enseña cómo debe comportarse un líder que no logró concretar sus deseos. Un líder que contempla al pueblo como valor central, comprende que él debe dejar a un lado sus deseos y sus necesidades, y preguntar qué es realmente correcto y auténtico para su pueblo. Él debe recordar que su posición de liderazgo es secundaria, accesoria al éxito de su pueblo. También nosotros esperamos de nosotros mismos y de nuestros líderes, que efectivamente, sepamos colocar el bienestar del Estado antes que todo otro criterio personal, y será éste nuestro consuelo por las dificultades que afrontamos junto a la consolidación económica y social del Estado de Israel.
Moshé Rabenu anhela ingresar a la tierra de Kenaan e intenta, con toda su fuerza, cambiar el decreto malo pero se topa con el rechazo contundente de Dios. ¿Qué es lo que él siente en esos momentos? ¿Cómo nos hubiéramos sentido nosotros en una situación similar? ¿Acaso hubiéramos continuado ocupándonos del pueblo o tal vez, nos hubiéramos desentendido de la responsabilidad para hacernos los “enojados”?
Desde siempre, intento imaginarme la figura de Moshé, el gran líder, que anhela conducir a su pueblo hacia la tierra prometida. Dios le permite sentirle un poco el gusto a la tierra-Moshé tiene el privilegio de conquistar la franja de la ribera del Iardén- pero al lugar anhelado, él no llega. ¿Qué es lo que él siente? ¿Acaso está enojado, triste o frustrado? ¿Qué es lo que él hace con todos esos sentimientos?
¿Qué hubiéramos hecho nosotros en su lugar? ¿Acaso nos hubiéramos hecho los “enojados”, como se dice habitualmente “si no nos quieren-pues haremos la nuestra”? ¿O tal vez haya otra opción? La Torá nos relata que inmediatamente después de las firmes palabras de Dios, que le dejaron en claro a Moshé, de un modo inequívoco que no hay modificación alguna en la instrucción dada por Dios y que Moshé no habrá de ingresar a la tierra de Israel, Moshé inicia una serie de acciones concretas. La más importante de las mismas, fue la de pronunciar una serie de discursos globales que reseñaban la diversidad de desafíos con los cuales el pueblo habría de lidiar en el ingreso a la tierra-desafíos religiosos, militares y económicos. Moshé podría haber dicho “esto ya no compete a mi responsabilidad, que los jóvenes se rompan la cabeza para sí mismos”. Todos conocemos a los directores o los líderes a los que no les agrada capacitar a sus sucesores adecuados, a fin de que todos recuerden su éxito.
Pero aquí es donde se revela la figura de una persona que concibe el dolor del pueblo como su propio dolor, y la desgracia nacional como la suya personal, y visto y considerando que así se comportó, siempre buscó el bienestar del pueblo, aún en su ausencia. No se abstiene de pronunciar duros conceptos que no caerán bien a oídos de los receptores de los mismos. Él pronuncia conceptos disuasivos por una posible expulsión de la tierra, en circunstancias determinadas.
En esta Parashá Moshé nos enseña cómo debe comportarse un líder que no logró concretar sus deseos. Un líder que contempla al pueblo como valor central, comprende que él debe dejar a un lado sus deseos y sus necesidades, y preguntar qué es realmente correcto y auténtico para su pueblo. Él debe recordar que su posición de liderazgo es secundaria, accesoria al éxito de su pueblo. También nosotros esperamos de nosotros mismos y de nuestros líderes, que efectivamente, sepamos colocar el bienestar del Estado antes que todo otro criterio personal, y será éste nuestro consuelo por las dificultades que afrontamos junto a la consolidación económica y social del Estado de Israel.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj del libro "Parashá baktaná" publicado por "Maguid",