Muchas veces, a lo largo de mi vida, he escuchado esas palabras de aliento de Yoav hijo de Tzruiá, sólo en su primera parte, y de hecho, perdían su sentido.David basó su política en alianzas regionales con Moav y los hijos de Amón, con el pequeño reino de Gshur (será explicado a continuación), como con Toi, el rey de la gran Hamat, y con Tzor, la ciudad fenicia acaudalada. Tomó el control de manos de los pelishtim (capítulo 8, versículo 1), pero no aspiraba a conquistar a los pueblos de la otra ribera del Iardén y Aram (Siria). Pero Janun hijo de Najash, el joven rey de Amón, prefería la coalición con el creciente Aram Tzova, y violó su alianza con David de un modo vergonzoso y público hacia los emisarios de David. Tendió a la guerra y confiaba en la coalición aramea, que efectivamente llegó.
De este modo, Yoav hijo de Tzruia se encontró él y los soldados de Israel entre la espada y la pared-entre el sitio a Rabat Amon (Amán, hasta la actualidad), y el ejército arameo. Se trataba del examen decisivo de Yoav hijo de Tzruia como comandante (tras la toma sorpresiva de Ievus). Su osada acción, y las palabras de confianza que le expresó su hermano Avishay, lo convirtieron en uno de los más grandes líderes militares, y en uno de los creyentes más importantes-“Seamos fuertes y esforcémonos por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios; y que el Señor haga lo que le parezca bien “ (versículo 12)
Muchas veces, a lo largo de mi vida, he escuchado esas palabras de aliento, sólo en su primera parte, como si el resultado estuviera asegurado. La grandeza de Yoav, hijo de Tzruiá (continuando en la senda de David) estaba en el hecho de que se entregó a Dios, sin tener un resultado garantizado. Sin expresar “y Dios hará lo bueno a sus ojos”, sin la voluntad de aceptar el veredicto en un momento difícil, no tiene demasiado sentido la expresión “Seamos fuertes y esforcéfomonos”.
La grandeza de David en la segunda batalla decisiva contra Aram, tras la resonante victoria hasta el rio Éufrates, al tomar muchos carros del botín de Aram, dejando sólo cien carros (capítulo 8, versículo 4) a fin de cumplir el mandato de la Torá a los reyes (Devarim, capítulo 17, versículo 16), de no construir un reinado en base al orgullo de los caballos y los carros.
Gentileza sitio 929