Nuestro capítulo comienza con la exigencia de una donación sin ninguna introducción respecto al objetivo y destino de la misma. Aparentemente, el objetivo de la donación, no era solamente para los fines del Tabernáculo. La capacidad de dar y no solamente de recibir es una fase muy importante en la conformación del pueblo.
El pedido de la donación que aparece en el inicio de nuestro capítulo, es totalmente diferente al de todos los pedidos de donación del mundo. De acuerdo a la costumbre mundial, el que solicita la donación se anticipa y presenta el programa ante los donantes-el importante proyecto que quiere ejecutar, qué tiene dicho programa de productivo, etc.- y recién entonces él señala que dicho proyecto no podrá ser concretado sin el aporte de los donantes. En nuestro capítulo, el orden es inverso: al principio figuran el mandato de donar y una larga lista de productos requeridos, y tan sólo después su destino-“Harán ellos, en Mi Nombre, un santuario y Yo residiré entre ellos” (Versículo 8).
Durante cientos de años el pueblo de Israel permaneció en Egipto, donde estuvo obligado a invertir tiempo y esfuerzo en trabajos duros, y todo lo que allí hizo-era contra su propia voluntad. Al salir el pueblo de Israel de Egipto, Dios se ocupó de todas sus necesidades: “Adonai regirá la batalla por ustedes, pero ustedes habrán de sumirse en silencio (Capítulo 14, versículo 14); la comida-el maná y la Codorniz-todos provenientes del cielo; y Dios los condujo y se ocupó de todas sus necesidades. Hasta la Torá la recibieron de manera totalmente pasiva y de manera impuesta (“Les suspendió la montaña sobre su cabeza”). Esta forma de vida de recepción constante sin entrega alguna es lo que motivó sus quejas y demandas frente a Moshé y a Dios. Es por ello que tras el pacto acordado al final de la sección de “Mishpatim” (en el cual el pueblo también tuvo una actitud meramente pasiva), Dios les ordena donar (acorde a la opinión del Rabino Abraham Even Ezra y el Rambán, la sección de “Trumá” figura según su orden cronológico’ y no según la opinión de Rashi, quien sostenía que la orden de construir el Tabernáculo fue dada con posterioridad al pecado del becerro de oro): lo primero que ellos deben hacer es empezar a dar de sí mismos-dar y no sólo recibir, aún sin saber cuál es la finalidad de la donación.
En el inicio del capítulo Rashi escribe que habían tres donaciones: dos donaciones fijas-“beka lagulgolet”, “medio shekel por cabeza”- y una “De todo hombre, a quien voluntariosamente mueva su corazón” (Versículo 2). Las dos donaciones reflejan las dos caras del servicio a Dios: una-el compromiso permanente, todo aquello que es responsabilidad de todos por igual y que no tiene opción ni es voluntario; y la otra- el ofrecimiento voluntario, aquello que permite que cada individuo allane su particular camino según su carácter y cualidades personales.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj
Gentileza del sitio VBM de la Academia Rabínica "Har Etzion"