La muerte no es sagrada

La muerte no es sagrada

La impureza de un muerto, como todas las impurezas, está relacionada con la muerte. La Torá nos enseña que la muerte no es sagrada y no implica la anhelada liberación de la angustia en este mundo, sino una interrupción trágica del destino humano. La misión de una persona es la de santificar el nombre de Dios en este mundo.

En el capítulo 19, la Torá nos enseña sobre las leyes de la impureza por un muerto. Una breve mirada alrededor de las reglas de la impureza nos indicará que la impureza se relaciona siempre con la muerte. Una persona muerta es el máximo nivel de impureza. Un reptil y los restos de animal sólo impurifican después de la muerte. El leproso impurifica-ya que el mismo es considerado como un muerto. Las impurezas de flujo y Nidá (vocablo hebreo que define el estatus de la mujer durante su período de menstruación) están relacionadas con un bebé potencial que no ha nacido, y así sucesivamente. La Torá nos enseña que la muerte no santifica, sino que impurifica.

Aquel que desprecia la vida en este mundo, y halla un valor religioso solamente en la existencia espiritual en el mundo venidero, considerará a la muerte como la transición adecuada desde el mundo de la nada hacia el mundo de la verdad. A diferencia de ello, el judaísmo valora la vida en este mundo, y por ello también rechaza la muerte, y la contempla como un fenómeno negativo. La misión del hombre es la de santificar el nombre de Dios en este mundo, y modelarlo según los mandamientos eternos de la Halajá (Ley religiosa judía). Por ello, la muerte no es una liberación anhelada, sino una trágica interrupción del destino humano. La vida en este mundo es buena y adecuada. Cuando Hilel el anciano se dirigía a lavar su cuerpo en el baño, le decía a sus alumnos que se dirige a “cumplir un precepto” (Vaikrá Raba 34,3). La existencia humana normal en este mundo es deseable ante Dios.

El Radbaz, uno de los grandes de la Halajá, al ser consultado acerca de uno de los grandes sabios de la generación, recibió una pregunta apasionante: “si ese grande al que se le murió un hijo, no derramó ni una lágrima, ¿acaso es esa una buena cualidad o no?”. La contundente e instructiva respuesta del Radbaz fue: “es una mala cualidad, que indica una dificultad en el sentimiento y cierta afección en sus cualidades anímicas, y es una cualidad de crueldad…nosotros los que hemos recibido la Torá debemos creer y saber que este mundo es un asunto muy digno, para todos aquellos que lo disfrutan en forma adecuada y se comportan acorde a los principios” (Preguntas y respuestas del Radbaz 3, año 5655).

El Radbaz explica que debido a que nuestra existencia en este mundo es significativa e importante, debemos lamentarnos y guardar luto por la pérdida. El Radbaz, en la continuidad de sus conceptos, cita una evidencia Halájica: si la muerte sería un evento alegre, la Halajá no nos hubiera ordenado las leyes relativas al duelo!

Al encontrarnos ante nuestros muertos, no intentaremos envolvernos en condolencias vanas (¿). La muerte es algo malo y doloroso. En respuesta a la muerte, debemos llevar adelante aún más una vida con sentido y santidad, en este mundo, el mundo de los vivos, de la vida.

Editado por el equipo del sitio del Tanaj del libro "Perashot" publicado por "Maaliot".

 

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