El proceso de la redención se transformó en una calamidad, debido a que Jizkiahu no aprovechó la llegada de los emisarios del rey de Bavel, para mostrarles el Beit HaMikdash, el Gran Templo y enseñarles Torá y así desperdició una oportunidad histórica de concretar la visión profética de Yeshaiahu.
Según la Guemará, el proceso de la redención se detuvo porque Jizkiahu no entonó un cantico y no agradeció a Dios por el milagro que le hizo ante el peligro asirio. El mismo profeta brinda una explicación (¿otra?) al hecho de que el proceso histórico se transformó de redención en calamidad: el encuentro con los emisarios del rey de Bavel. El comentarista Ralbag (Rabí Leví ben Guershón, 1288-1344, en su comentario alusivo al libro Melajim II, capítulo 20, versículo 13) explica: “...ellos vinieron a maravillarse de la gloria de Dios y Jizkiahu no debería haber concentrado la importancia en él...”. Aparentemente, el hecho de que Jizkiahu se magnificara a sí mismo y no a Dios, tiene un sentido histórico mundial. Además de la redención nacional profetizada por Yeshaiahu, hay una serie de profecías de redención universales, en las cuales, Ierushalaim será un centro mundial de justicia, de juicio y del conocimiento de Dios. Parece que los últimos procesos históricos comenzaron a conducir hacia este objetivo. Sin embargo, también se puede suponer, que Dios elevó y bajó al Imperio Asirio, sólo en aras de este objetivo. Ellos destruyeron ciudades, exiliaron pueblos, los desarraigaron de sus lugares y de su patrimonio, y así lograron desdibujar la identidad nacional de casi todos los habitantes del planeta.
Una de las incidencias de este fenómeno fue, que en el este surgió un nuevo reino, conocido en la investigación como el “Nuevo Reino de Bavel”. Es posible que el nombre Bavel, Babilonia se derive de la mezcla de pueblos que componían este reino: Eilam, Sinar, y otros. En medio de toda esta transformación mundial, una ciudad permaneció en pie. No solo que Ierushalaim logró sobrevivir, sino que incluso sometió al Imperio Asirio. Ierushalaim venció “No por la bravura ni por la fuerza, sino por mi Espíritu” dice el Señor de los ejércitos” (Zejariá, capítulo 4, versículo 6). Es razonable suponer que durante este período, el Nuevo Reino de Bavel y los otros pueblos estaban abiertos a recibir nuevas creencias y prácticas, especialmente del pueblo de Israel, que había logrado mantener su antiguo legado, el mismo que había sometido a los asirios.
En Divrei Haiamim II, Crónicas II, capítulo 32, se relata a cerca de esa visita oficial de los babilonios. Allí, la descripción agrega a la descripción de los libros Melajim y Yeshaiahu, el hecho de que también otros pueblos enviaron emisarios a Jizkiá, y también el objetivo religioso de dichas visitas: “Y eran muchos los que traían ofrendas al Señor, a Ierushalaim, y cosas preciosas a Yejizkiahu... en el asunto de los embajadores de los príncipes de Bavel, que le fueron enviados para investigar la señal maravillosa que fue hecha en el país...” (Divrei Haiamim II, capítulo 32, versículos 23,31).
La visión de Yeshaiahu “...el monte de la casa del Señor será establecido como cabeza de los demás montes, y será ensalzado sobre los collados, y afluirán a él todas las naciones: Pues caminarán muchos pueblos, y dirán: "Vengan, y subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Iaacov, a fin de que Él nos enseñe en cuanto a Sus caminos, porque también nosotros queremos andar en Sus senderos," Entonces saldrá la Ley de Tzión y de Ierushalaim la palabra del Señor” (capítulo 2, versículos 2-3), está a punto de hacerse realidad, a raíz de esas visitas.
No obstante, lo que complicó este plan, es lo acontecido en esa visita de los emisarios de Bavel. El problema no fue lo que Jizkiahu les mostró, sino lo que no les mostró “no hubo nada en su casa y en todo su dominio que no se lo mostrase Jizkiahu” (versículo 2). No les mostró el Beit HaMikdash, el Gran Templo, no les enseñó las leyes de Dios y sus enseñanzas, y así desperdició la oportunidad histórica de hacer realidad la visión de Yeshaiahu. Es por ello que llega la severa reprimenda de Yeshaiahu, que desvía todo el proceso histórico para mal.
Es posible que cuando la Guemará señala que Jizkiá no se convirtió en el Mashiaj por no haber entonado un cántico, se haya referido a este acontecimiento, en el cual los emisarios de los pueblos llegaron a Jizkiahu y él les mostró su gobierno, en lugar de entonar un cántico alusivo a Dios. De acuerdo con esto, los versículos y la Guemará dan la misma explicación, y como en tantas ocasiones, el profeta brinda la descripción de los hechos, y la Guemará señala su sentido.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj, extraído del libro “Keetz Shatul”, parte I, en memoria del Rabino Uri Dasberg