La existencia física, genética, no debe ser lo único que interese. No queremos aquí solamente un Estado de judíos, sino un Estado judío. Queremos a la Tierra de Israel como un valor y no como un instrumento: “un refugio seguro”.
Hace más de treinta años, fue un ministro de finanzas del gobierno de Israel quien gritó “¡Salvajes, bajen del tejado!”. Es el llamamiento de aquel que luchaba contra la mentalidad del dinero ahora, vivienda ahora, lujos ahora. seguridad ahora, paz ahora.
“¿Qué tienes ahora, que has subido, con todos los tuyos, a los terrados?” (versículo 1). El llamamiento de Yeshaiahu resuena en nuestros oídos. Hay una gran similitud entre la situación de la Ierushalaim sobre la cual profetizó Yeshaiahu, y la situación del Estado de Israel actual. No sólo en la dependencia del poder militar y tecnológico, sino también en la confusión interna y en la falta de conciencia sobre la importancia de los valores sociales-éticos y la ausencia de un sentido de propósito.
No obstante, la historia, por cierto, no se repite exactamente igual. Aparentemente, estamos sumergidos en el mismo río histórico, la geografía es la misma geografía. Los antiguos sellos de los libros de los reyes y los profetas se revelan de la tierra tamizada del Monte del Templo y la Ciudad de David. Pero el río no es el mismo río y el pueblo judío también ha cambiado. Cambió, pero existe, en contraste con todos los otros pueblos. Las potencias a las que hizo referencia Yeshaiahu, se han desintegrado, hay potencias nuevas y nuevas alianzas. Pero, a partir de la lectura de las profecías alusivas a los pueblos, y a partir de la observación profunda en los libros de historia, sabemos que también las potencias de estos tiempos, están destinadas a convertirse en polvo, la rueda de la historia las molerá.
En esta historia, conocemos sólo una excepción: la existencia anómala del pueblo de Israel. No tiene parangón en la historia, no se somete a “las leyes de la historia”, que los historiadores se han esforzado en formular desde la antigüedad hasta la actualidad. Y no cabe duda alguna, de que no fue una ventaja militar, económica, demográfica o tecnológica la que concedió esta dimensión “eterna” al pueblo de Israel. La ventaja espiritual del pueblo, la Torá de Israel en sus manos y en su corazón, son ese “valor agregado” que le permitió a este pueblo, escapar del destino de los pueblos y de potencias y culturas que han caído en el ostracismo.
De ser así, ¿por qué preocuparnos y predicar en el portón sobre la pérdida de los valores y el post-sionismo, la corrupción, la ignorancia y el hedonismo, en el espíritu de Yeshaiahu en el capítulo 22: “Comamos y bebamos, porque mañana moriremos”? (versículo 13). Aparentemente, nuestra existencia está garantizada por toda la eternidad. Iehudá permanecerá simpre y Ierushalaim para todas las generaciones. Pero no es así.
La existencia física, genética, no debe ser lo único que interese. No queremos aquí solamente un Estado de judíos, sino un Estado judío. Queremos a la Tierra de Israel como un valor y no como un instrumento: “un refugio seguro” o una herramienta para la normalización de un pueblo que se ha distorsionado durante dos mil años por el yugo del exilio. No es por “cuestiones de seguridad” que el pueblo de Israel debe apegarse a la Tierra de Israel. También en el corazón del país, en Iehudá, Judea y Shomrón, Samaria y también en Ierushalaim, y muy particularmente, en el Monte del Templo. El Estado de Israel no puede ser un instrumento. Debe ser un paso en la senda hacia el establecimiento del reino de Israel: en lo material y en lo espiritual. No uno sin el otro.
Los líderes de Israel, en las últimas décadas, son líderes “pragmáticos” y no “ideológicos”. Renuncian a la soberanía en el Monte del Templo por razones “pragmáticas” y se desentienden de su valor nacional y espiritual para el pueblo de Israel.
Yeshaiahu ataca el hecho de basarse en el poderío militar, en la maravilla tecnológica del túnel del Shiloaj (Siloé). Un profeta en nuestros días, habría atacado el hecho de basarse por completo en el poderío de las Fuerzas de Defensa de Israel y la capacidad de disuasión y la tecnología que permite el descubrimiento de túneles excavados por quienes procuran matarnos.
Alterman comprendió, en su poema “Entonces, Satanás dijo”, que si este pueblo llegara a perder su confianza en la justicia de su senda-desaparecería. Esta resiliencia espiritual se halla hoy ante un peligro mucho más serio que el que afrontaba en los primeros días del Estado, porque para la mayoría de los ciudadanos de Israel, seguramente para los más jóvenes de ellos, el Estado es una obviedad, la libertad es más que obvia, y los grandes ideales de los que hicieron el Estado, son, en el mejor de los casos, una piedra de molino alrededor del cuello, y en el peor de los casos, un vestigio arcaico que no suma ni resta y que no guía sus pasos hacia el futuro. Seguramente, no para otra década. Y aquel que ilustra una imagen de Israel dentro de cien años-es considerado un soñador desconectado.
No vivimos en una época de “y sus lanzas trocarán en podaderas” (capítulo 2, versículo 4). Tampoco Yeshaiahu es un pacifista y no predica en Iehudá que se desarme. Él también preserva el objetivo de “no alzará espada nación contra nación” (capítulo 2, versículo 4), para los días postreros. No obstante, tanto él como nosotros actualmente debemos saber que: aquellos que se basaron solamente en su poderío material, no sobrevivieron en la historia. Pero incluso aquellos que comprenden la necesidad del poderío espiritual, tienen divergencias en cuanto a sus componentes.
Cortesía sitio 929