La anulación de un juramento es una cuestión muy grave. Por consiguiente, con toda la dificultad del tema, la entrega de los hijos de Shaúl a los Guibonim era una necesidad imperiosa a fin de salvar al pueblo de Israel.
En el episodio relatado en nuestro capítulo, David se ve obligado a realizar un acto sumamente duro: entregar a los hijos de Shaúl a los Guibonim, a fin de que los maten, y todo debido a que Shaúl anuló el juramento de Israel a los Guibonim.
En este episodio, David es presentado como la antítesis de Shaúl: Shaúl anuló el juramento a los Guibonim, mientras que David recuerda su juramento a Iehonatán, y por ende, no les entrega a los Guibonim a Mefiboshet hijo de Iehonatán.
En otras circunstancias, Shaúl fue muy cuidadoso con la cuestión del juramento. Tras juramentar al pueblo que no coma hasta el final de la guerra con los pelishtim, los filisteos, y Iehonatán, que no escuchó el juramento, lo violó sin saber, Shaúl determinó contundentemente “Iehonatán habrá de morir”. Y he aquí, que aquel que estaba dispuesto a matar a su hijo por haber transgredido un juramento sin intención, ahora debe pagar con la vida de sus descendientes por haber anulado un juramento él mismo.
No obstante, no siempre Shaúl preservó su juramento. Tras preguntarse Iehonatán a oídos de Shaúl acerca de su persecución a David, está mencionado: “Y escuchó Shaúl la voz de Iehonatán, y juró: Vive el Señor que no morirá”, pero algunos versículos después, se relata cómo Shaúl violó su juramento: “Y quiso Shaúl clavar a David en la pared con la lanza”
A diferencia de ello, David siempre fue perseverante en el cuidado de sus juramentos. David mantuvo su juramento a Shimí hijo de Guerá, que no habrá de morir, y sólo antes de su muerte le ordenó a Shlomó hallar una vía apara llevar a Shimí a una nueva condena de muerte. En los canticos del libro Salmos, David repite numerosas veces la importancia de mantener un juramento, por ejemplo: “el que jura, (aun) en perjuicio suyo, y no vacila en cumplir” (Tehilim, Salmos, capítulo 15, versículo 4), “que no ha puesto Mi alma en cosas vanas, ni jurado con engaño” (Tehilim, Salmos, capítulo 24, versículos 3-4). A pesar de la dificultad de la cuestión, aparentemente, el acto de David era de una necesidad imperiosa. El valor del juramento estaba por detrás de la dura hambruna, y la salvación del pueblo de Israel estaba supeditada a ese acto doloroso. Y efectivamente, parece que el caso justifica la acción: es Dios el que le comunica a David que la hambruna surge por la violación del juramento, y aparentemente, la matanza de la descendencia de Shaúl era una condición sine qua non para su interrupción. Estudiamos entonces, hasta qué punto puede llegar el castigo por la profanación de un juramento por un lado, y por el otro, nos encontramos ante un nuevo contraste entre David y Shaúl, en lo concerniente al grado de compromiso y la responsabilidad hacia el juramento.
Editado por el equipo dl sitio de Tanaj
Gentileza sitio VBM de la Academia Rabínica Har Etzion