Nosotros no santificamos la guerra

Nosotros no santificamos la guerra

A diferencia de otros ejércitos que realizan un desfile en honor a la victoria, exhiben el botín y convierten a los combatientes en héroes culturales he aquí que en el pueblo de Israel la guerra es una necesidad y no hay lugar para celebraciones y producciones culturales y folklore nacional alrededor de ella.

Las instrucciones de Moshé Rabenu son contempladas como lo totalmente opuesto a lo habitual en otras culturas bélicas. En lugar de un desfile pomposo por la victoria en el corazón del campamento, donde son exhibidos los elementos del botín de guerra, todos los que retornan de la guerra son enviados a recluirse fuera del campamento, hasta que se purifiquen. Los elementos del botín de guerra no son exhibidos públicamente sino que atraviesan un proceso de reparación y purificación a fin de acondicionarlos para su consumo en el pueblo de Israel, y luego de ello, se los considera como si fueran un bien público, y no como patrimonio particular de los héroes que vencieron en la guerra.

Cuando la Torá detalla en forma pormenorizada la cantidad de los elementos del botín de guerra y sus diversos tipos, y explica puntillosamente cómo fueron repartidos entre los combatientes y el resto del pueblo, y el porcentaje separado de los mismos en función del impuesto a los Leviim, surge una sensación de mezquindad judía diaspórica. Este detalle refleja un raro sustituto heroísmo glorioso descripto en un versículo del cántico de Dvorá, o las noticias majestuosas honrando las heroicas epopeyas de otros pueblos.

Todo esto fue citado, incluso cuando en ningún sitio de la Torá hallamos una prohibición de la guerra. La Torá no es pacifista. Por el contrario, a veces hay una tendencia a pensar que en el precepto de heredar la tierra, como está descripto en la literalidad del texto, hay una crueldad excesiva. No obstante, el mandamiento de la guerra está moderado a partir del mandato de realizar antes un llamamiento a la paz, sin embargo el precepto no refleja un conflicto de conciencia por el hecho de salir a la guerra, y esto no solo cuando se trata de una guerra en defensa cuyo objetivo es el de salvar al pueblo de Israel de las manos del enemigo, sino también en las guerras libradas en base a necesidades políticas y económicas. 

De ese modo, la detallada descripción de la recepción realizada a los retornantes de la primera gran guerra de Israel, esclarece de un modo contundente que la forma de hacer referencia a la guerra es como referirse a una intervención quirúrgica: se la debe librar, es importante hacerlo bien, en forma correcta y precisa, debemos salir victoriosos, pero no hay lugar para celebraciones y la producción de una cultura y folklore nacional, en torno a la guerra. El derramamiento de sangre no es un motivo para celebrar, de ninguna manera. Y por consiguiente, a pesar de toda la voluntad de manifestar solidaridad, afecto y orgullo hacia los combatientes que retornan del campo de batalla, debemos crear una divisoria entre el mundo salvaje y cruel del cual regresaron, y la sociedad civil, apacible y ordenada a la cual ellos retornan. La pausa tiene la connotación de “etapa de enfriamiento” y purificación destinada a una clara separación entre dos mundos, a fin de que no se entreveren entre ellos, y a fin de que no penetre el liderazgo salvaje de la guerra, que sale de las normas de vida, de la agenda habitual del público masivo.

Rab Profesor Yehuda Brandes: graduado de Yeshivat “HaKotel” y recibió la ordenación rabínica del Gran Rabinato de Israel. Tiene un Doctorado en Talmud, recibido de la Universidad Hebrea de Jerusalén en 2003. Ha dirigido “Beit Morasha”, el Centro de Estudios Judaicos Avanzados y Liderazgo en Jerusalén, entre 1998 y 2014. Preside Herzog College desde el 2014, fue uno de los fundadores de la “Escuela Maalé de Televisión, Cine y las Artes”.

 

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