La Parasha Metzora trata sobre el establecimiento del Metzora, que sufre bajo una de los peores flagelos de la humanidad, la "lepra", la Parasha ordena al Metzora al restablecerse traer un Korbán como gratitud y expiación.
Gratitud por su restablecimiento y su mejoría y expiación por los pecados cometidos.
La Torá nos enseña en esta Parashá unos de sus principios, que el mal es únicamente un castigo. Los sufrimientos están destinados a corregir a quien los sufre y encauzarlo en la senda del bien. Por ello es que en el Metzora ve también la Torá a un ser que necesita de elevación espiritual, del arrepentimiento y para ello debe traer su Korbán. En el Midrash, los Jajamim ven en la palabra Metzora (מצורע una alusión a Motzira מוציא רע) es decir a aquel de quien sale el mal y vemos nuevamente que el mal físico nace del mal, moral, es decir del pecado.
Los Jajamim nombran principalmente tres pecados que traen los Negaim, es decir las plagas. Y esos tres pecados son Lashon Hara, Gasut Haruaj y Tzarut Haain. Lashon Hara significa maledicencia, es el hablar mal sobre el prójimo, Gasut Haruaj significa la soberbia, la grosería y Tzarut Haain, es la avaricia.
La Halajá, es decir la ley Talmúdica, nos dice que el que construye un nuevo edificio debe hacer la Braja Shejeianu, al igual que en las tres festividades. El Shejeianu, es una de las más clásicas Brajot (bendiciones): "Bendito seas Ds', nuestro Señor, monarca del Universo que nos has dado vida y existencia y nos has llevado hasta el presente". Vemos aquí encerrada una profunda idea, una de las más magnas ideas del Judaísmo.
Los tres pecados sobre los que nos hemos detenido anteriormente son tres vicios capitales y todos ellos nacen de una sola causa y raíz, de un solo mal: "el no ver a Ds’" Todo se deriva del hecho que se ignora a Ds’ y no nos compenetramos de su existencia en nuestra vida diaria.
Esos tres vicios son los tres más frecuentes, pues son los que prácticamente son los menores a pesar que espiritualmente son de primera magnitud.
El Lashon Hara, la maledicencia nace de la convicción que he aquí un "pecado legal". Prácticamente el mal hecho con la lengua "un arma demasiado peligrosa", quedaría impune, pues no existe legislación que lo prohíba, y son hechos que únicamente se hallan bajo el juicio de Ds'.
Para la Torá no tiene importancia la magnitud del mal en sí, y la forma como fue hecho. La Torá desea extirparlo totalmente, y el mal de la palabra se halla por ella, totalmente condenada.
El segundo de los tres susodichos pecados es la soberbia. Según el Midrash Ds’ mismo proclama que no puede estar junto con el soberbio. Y realmente la soberbia significa la negación en la Fe en Ds’. La Fé en Ds' significa la convicción en la insignificancia humana. El hombre es ciertamente el "Rey de la creación", pues posee un elemento que lo eleva por sobre las demás criaturas, su espíritu; pero a su vez el hombre es insignificante ante la magnitud de la creación, y del Creador.
La soberbia es pues absurda, y nace también de una falsa concepción, al no ver a Ds'.
El tercer pecado, es la "avaricia". El que la sufre cree que sus bienes le pertenecen y en este error trata de acumularlos, sin ver que sus tesoros y su máximo bien la vida pertenecen al Creador, al Ds'.
En estos tres pecados vemos pues el mismo elemento, y es por eso que en cada nuevo logro, en cada nuevo alcance, al imaginar una cosa , estrenar un vestido, ordena la Torá hacer la Braja Shejeianu, por la cual se proclama que el máximo bien que poseemos, el bien que no es exterior a nosotros, sino parte de nosotros mismos, la VIDA misma nos es dada por Ds’, que en cualquier instante nos la puede quitar. Cada instante de la vida y cada nuevo logro debe pues ser agradecido a Ds', al Creador.
En las tres festividades, vemos nuevamente la obligación de hacer la Braja. Aquí adquiere la Braja un carácter familiar y social. Cada una de las Festividades es un peldaño que lleva a la unión familiar y social, y el Shejeianu agradece a Ds’ aquella dicha.
Las tres festividades son además las celebraciones del pueblo entero, sus triunfos, liberaciones y conquistas, y la Torá rearma aquí nuevamente que también la historia nacional se halla regida por Ds’, y afirmar que nuestras propias fuerzas son las que nos llevaron al éxito, es negar la ayuda del Altísimo que a cada ser acompaña en su existencia. Significando ello, es que el judío tiene siempre en su boca el Beezrat Hashem, es decir que siempre ve en todo la "Ayuda de Ds’".
Que significa "Lashon Hara"? Maledicencia.
La Akedat Itzjak, nos explica racionalmente este precepto. El "lenguaje", es lo que diferencia el hombre del animal, por lo tanto solo debe ser usado para aquello que es propio del hombre. El lenguaje puede ser utilizado a veces para denigrar al hombre, puede rebajarlo a veces por debajo del mismo animal, pues el hombre es consciente, y puede elegir entre el bien y el mal, no así el animal que obra por instinto. El lenguaje es otro de los medios para alcanzar la Kedusha.
He aquí la importancia de las Midot, de las normas de conducta. Según la Tora el que desea extirpar la Avoda Zara, los cultos extraños, debe extirpar todas las raíces, es decir la Gaava, la soberbia y el Lashon Hara pues ellos convierten el culto de Ds’, en un culto extraño, al introducir en él, una Kavaná (intención) falsa.
El Midrash nos relata cómo luchaban nuestros sabios contra el Lashon Hara: "Aquel Rojel relata el Midrash, acostumbraba a recorrer las villas cercanas a Tzipori, voceando en sus calles "Quien quiere la droga de la vida”, a las preguntas del pueblo, contestó citando a los Salmos: "Quién es el hombre que desea la vida, ama sus días para ver el bien? Cuida tu lengua del mal y tus labios de la perversidad y el engaño" Rojel significa "comerciante", "vendedor ambulante", tratase pues de un vendedor ambulante que ofrecía una preciosa mercadería: la "vida".
Pero el Kli Iakar nos muestra sobre una peculiaridad del Midrash, al querer simbolizar al hombre que trata de llevar al pueblo a la senda del bien, usa el Midrash la palabra Rojel רוכל que nos recuerda el mandato bíblico לא תלך רכיל (Lo Telej Rajil), no llevarás la maledicencia.
El Midrash nos muestra aquí otro hecho fundamental. Para la Torá la maledicencia es un mal irreparable. Nadie es dueño de sus palabras una vez que las emite, ya no son más suyas. El mal, pues, es irreparable, pues el que lo hizo no lo puede remediar. Sin embargo el Midrash aquí encierra una alusión a este problema. A pesar que su daño es irreparable, si la Teshuba con el que el hombre vuelve a Ds' es completa, es posible su PERDÓN. Si el hombre ha pecado en su Rejilut, aún puede ser un Rojel de la verdad y del bien.
El lugar donde los Baalei Teshuvá, donde los que retornan a Ds’, se encuentran, no se encuentran los Tzadikim Gmurim, los santos plenos que nunca pecaron, pues mayor ha sido el esfuerzo de aquel que se ha debido elevar del mal hacia el bien.
El Midrash además nos muestra que el Rojel fue a vender sus mercancía cerca de Tziporit, una ciudad de Israel. Tzipori nos recuerda al Tzipor צפור, del sacrificio del Metzora que sufre por sus pecados. La Torá nos enseña pues que siempre existe una "droga de la vida", a pesar de hallarse sumido en el mal. El hombre que desea la vida debe pues cuidarse del mal, del de la lengua y de los actos".
La ley judía indica que cada Sábado después de la lectura de la Torá, se lee un trozo de los profetas que se relaciona con la Parashá leída. Este trozo es la Hartara.
La Haftará de esta semana nos recuerda a dos de los grandes profetas de Israel, Eliahu y Elisha. Elisha cura a Naamán un leproso y otros cuatro saquean a las huestes de Aram y ayudan a Israel.
Muchos historiadores ven con razón en la ley que obligaba el aislamiento del leproso la raíz de las futuras leyes higiénicas de profilaxis. La "cuarentena" de la Edad Media tiene, seguramente origen en las prescripciones de la Torá, que fueron cumplidas en el antiguo reino de Israel, según vemos en la Haftará de esta semana. Otro hecho singular y digno de recordar es el que le ocurrió al siervo de Elisha, Gyzi. Un alto funcionario de Aram (la actual Siria) es curado de su lepra por Elisha, quien rechaza repetidas veces los regalos que aquel le ofrece.
Su siervo en un descuido de Elisha, pide al dignatario su recompensa ocultando el hecho al profeta. Cuando el profeta lo ve, le previene sin embargo que la lepra de aquél, caerá sobre él. Aquí vemos como el profeta lucha por un gran principio social. En todas las antiguas religiones, cuyos restos quedan hasta hoy, todo era simple práctica comercial. Elisha proclama sin embargo que el profeta, el hombre de espíritu no tiene ningún derecho de aprovechar las propiedades y aptitudes que Ds’ le otorgó, para su provecho material.
En relación con ello, vemos que la Halajá (ley) proclama que los Rabíes no pueden llevar salario para enseñar la Torá, se les paga únicamente su "pérdida" de tiempo (Bitulzman).
La sociedad no paga a los Rabies sino lo necesario para su manutención y su vida, pero no por "enseñar”, pues el "enseñar" es un sacerdocio y nunca una profesión.
Vemos pues en la profecía uno de los magnos principios sociales. Todo nos indica la superioridad del espíritu por sobre la materia, y que por lo tanto las facultades espirituales, no deben depender de cuestiones materiales.
La Nebua, es decir la profecía, sacrificó todo para luchar en contra de la iniquidad y la maldad. Eliahu se levanta contra Ajab, y le enrostra sus crímenes, sin temer las consecuencias, al igual que Shmuel y Ajia Hashilon. Las consecuencias de esto fueron que los profetas fueron los que fomentaron definitivamente el espíritu judío y su ley.
Dijo un Rabi Jasídico: "De la misma soberbia podemos aprender la modestia, pues ella solamente se encuentra entre los más bajos y ruines".
La maledicencia es mala aún contra sigo mismo, pues muchas veces bajo el manto de la modestia se encuentra la soberbia que se enorgullece de la falsa y fingida humildad (Jafetz Jaim).