“El Eterno vuestro D-s, que marcha delante de vosotros, peleará por vosotros tal como lo hizo por vosotros en Egipto ante vuestros ojos... No obstante ello, no creísteis en el Eterno vuestro D-s... Y el Eterno oyó vuestras palabras y encolerizado juró: No verá ningún hombre de esta mala generación la buena tierra que juré dar a vuestros padres, salvo Caleb hijo de Jefuné... El Eterno también se irritó contra mí por vuestra culpa y me dijo: Tú no has de entrar allí, sino Josué hijo de Nun...”
(Deuteronomio 1, 30-37)
Nota: En el texto anterior, Moisés está recordando el suceso de los 12 espías por el cual se decretó que el pueblo vagara 40 años en el desierto.
Pregunta: Dado que la razón aparente de que Moisés no entrara a la Tierra prometida es el suceso de “Mei Meribá” (el agua de la piedra, ver Parashat Jukat -Números 20-): ¿Porqué Moisés está incluyendo su castigo dentro del caso de los doce espías?; ¿No debería tratarse como un caso totalmente independiente?
Respuesta:
Este versículo realmente ha causado problemas a la mayoría de los comentaristas ya que efectivamente Moisés aparenta estar incluyéndose en el castigo de los doce espías.
El RAMBAN (Najmánides) opina que se incluye al enumerar a quienes no habrán de ingresar a la Tierra Prometida, aunque sea otra la razón por la que él no habrá de ingresar.
El RALBAG por otro lado, explica que al mencionar que Josué será el que lidere al pueblo dentro de la Tierra, se vio olbigado a aclarar que él no habría de entrar en ella.
Como ya se ha expuesto en las Parashót de Shlaj y Jukát (Libro de Números), la novedosa tesis de Abarbanel es que efectivamente Moisés fue castigado principalmente por el error de los espías, así como Aharón fue sancionado por el pecado del becerro de oro; en ningún caso por ser directamente implicados (ya que ni Aharón quería hacer el becerro, ni Moisés desconfió de D-s en el reporte que dieron los espías), sino por haber posibilitado al pueblo la comisión de tan grandes faltas.
Aharón, aunque su intención fue ganar tiempo aguardando a que Moisés descendiera del monte (Ver parashát Ki-Tisá), no debió haber sucumbido al pedido del pueblo. Moisés, por su parte, al encomendar a los 12 espías su misión, no debía extenderse en pedir reportes de cómo era la tierra, si fértil o estéril, si había en ella árboles o no, ni abundar en lo relativo a sus frutos, etc... nadie le había solicitado esa información. Su deber era remitirse a la estrategia militar y todo lo relativo a la conquista de la Tierra. No hay duda que su intención era buena, de que deseaba alegrar y emocionar al pueblo haciéndoles ver qué les esperaba; sin embargo, el resultado fue contraproducente. Y como se expuso en la parashá de Jukát, D-s esperó hasta la “gota que derramó el vaso” en “Mei Meribá” (el agua de la piedra) para ratificar el decreto a ambos.
Con el fin de comprobar esta tesis, Abarbanel expone varios argumentos contundentes:
Los castigos siempre deben corresponder a la magnitud del pecado: sería inconcebible que por el simple y pequeño error de pegarle a la piedra en vez de hablarle, Moisés haya sido castigado de forma tan severa.
La muerte de Aharón fue antes que la de su hermano; ésto implica que su pecado también fue anterior (el becerro de oro fue antes que el suceso de los espías).
Los castigos deben ser consistentes. Esto es: si el pueblo no logró entrar a la Tierra por el pecado de los espías o por haber adorado al becerro, un castigo igual debe relacionarse con alguna de las mismas causas.
Aharón no tuvo ninguna culpa por el caso de “Mei Meribá” (ya que él no tuvo nada que ver con hablarle o pegarle a la piedra), y fue igualmente castigado.
Este versículo citado en forma directa: “El Eterno también se irritó contra mí por vuestra culpa” (ibid), remite completamente al pecado de los espías (y Aharón no es mencionado en este episodio).
Al morir Aharón dice el versículo: “Sea reunido Aharón con su pueblo...” (Números 20,24), y similarmente cuando muere Moisés. Esto se entiende en forma literal: reunirse con quienes provocaron su muerte.
Cuando se decreta el castigo de los 40 años en el desierto, D-s declara directamente: “...no entrarán en la Tierra que os prometí como morada; sólo Caleb hijo de Jefoné y Josué hijo de Nun entrarán” (Números 14,30). Esto fue dicho antes del pecado de “Mei Meribá”, lo que prueba que ya estaba decretado que Moisés y Aharón no entraran, antes del episodio de “Mei Meribá”.
Si todo ésto es así, cabe la pregunta: ¿Porqué la Torá no fue más explícita en mencionar que Aharón no entraría por el pecado del becerro y Moisés por el de los espías?
Abarbanel opina que D-s quiso guardar el honor de estos grandes líderes porque sus errores fueron indirectos; ésto es: su intención al actuar fue buena en cada uno de los casos, y aún así, la buena intención no les eximió de responsabilidad por las consecuencias desastrosas de ambas acciones. Esto nos enseña que el juicio a los Tzadikím (Justos) es tan preciso como el grueso de un cabello (kejut Haseará).