Ekev no es sino la continuación de la última alocución moral de Moisés al pueblo judío y así realmente se nos presenta. Magnas ideas y sublimes pensamiento se suceden en ella, y sobretodo uno, el de "orden moral" del Universo.
La Revolución de la Torá se basa principalmente en este reconocimiento y por su intermedio en el mundo deja de ser una consecuencia del nuevo juego del Azar, o siguiendo a la mitología de los caprichos de la Diosa Fortuna, para convertirse en la encarnación de los principios morales. La Torá desde sus primeras palabras nos enseña que en toda la creación se halla encarnada la palabra divina y en cada criatura se halla la expresión de la voluntad de Ds'. Si es que el diluvio destruye totalmente la civilización, si el fuego las ciudades, Sodoma o Pompeya son meros detalles, bajo todos estos hechos se oculta la verdadera Justicia, la Providencia, la Hashgajá que todo lo rige
. Este es el sentido de la segunda Parashá del Shema: “Y será si escucháis las Mitzvot que yo os ordeno hoy amar al Señor vuestro Ds' y adorarlos con vuestro corazón y vuestras almas, y daré la lluvia en su término, el iore y el Malkosh, y cosecharás trigo, tu viña y tu olivo... Y pondréis estas mis palabras en vuestros corazones y vuestras almas…." (Debarim XI, 13-18).
Este es el contenido de la segunda parte del Shema. Lo que sobre todo resalta aquí es el principio de la Hashgajá y de la Providencia. Siguen luego los preceptos ya conocidos, los Tefilin y la Mezuza para por último terminar con la tercera Parashá, la de los Tzitzit.
Si en la primera Parashá nos hallamos frente al individuo, particularidad sobre la cual nos hemos detenido, nos hallamos aquí ante la comunidad
בכל לבבכם ובכל נפשכם
"Con todo vuestro corazón y con toda vuestra alma" (XI,18). Muchas religiones se ocupan exclusivamente del individuo, ven solamente la partícula, la célula de la vida social y no ven todo el organismo y llegan al sofisma de Zenón que dividiendo infinitamente todo espacio, declaraba que el movimiento era imposible, pues nadie puede trasponer ni alcanzar una meta infinita. Con tal criterio decía Aquiles no podría nunca alcanzar verbigracia a la tortuga. Este razonamiento constituyó el talón de Aquiles del las religiones y doctrinas, pues si estas se dirigían únicamente al individuo nunca se podría alcanzar la meta, la sociedad, y la multitud de árboles no nos permitirán ver el bosque.
La Torá por el contrario si bien proclama el carácter individual de la fé, de la Emuna, no hace lo mismo con la Torá, con la realización práctica. La sociedad es sólo una abstracción, es cierto, pero tiene la posibilidad de realizar prácticamente los principios morales de la Torá y este en su deber.
Y la Torá continúa con sus principios
והיה אם שמע תשמעו אל מצותי אשר אנכי מצוה אתכם היום לאהבה את ד' אלקיכם ולעבדו בכל לבבכם ובכל נפשכם (דברים י"א י"ג)
Y será si guardaréis los preceptos que yo os ordeno hoy "...Que yo os ordeno hoy…” estas pequeñas y cortas palabras son sumamente interesantes, y cada judío las dice en sus oraciones diarias, es decir cada judío, cada día de su existencia se halla frente al Señor y recibe la Torá. Y realmente así es. Correlativamente vemos como Shavuot no es IOM KABALAT TORATENU, es decir el día en que la Torá fue recibida sino IOM MATAN TORATENU, el día en que la Torá fue dada. En el monte de Sinaí ha sido dada la Torá, sin embargo cada judío puede recibir en cada instante de su existencia. Y basándose en ello dicen los Jajamim citados por el gran exegeta Rashi.
“שיהיו עליכם חדשים כאלו שמעתם בו ביום"
"Cada día sean ante ti nuevos como si lo hubieses escuchado hoy" (XI,13). Las Mitzvot deben ser consideradas en su sentido actual y como tal deben ser aceptadas.
En cierta manera nos encontramos hoy ante un fenómeno digno de ser analizado. Existe un verdadero retorno al judaísmo, pero un retorno que solo tiene en cuenta el pasado y cuya causa es un cierto romanticismo o nostalgia hacia la herencia de nuestros antepasados, y que nos hace igualar a los demás pueblos que también sienten el respecto hacia las arcaicas tradiciones a ellos transmitidas.
Ante esta posición opone la Torá su terminante veto. Las Mitzvot no deben ser consideradas fruto del pasado, sino del presente y aún más del porvenir. Las Mitzvot según como la Torá las ve, no tienen sentido de otra manera, pues nuestra posición hacia ellas no debe ser romántica ni nostálgica sino eminentemente práctica, de otra manera desvirtuamos totalmente su sentido y lo que es más destruimos las ataduras que a ellos nos atan. En este sentido es ilustrativa una pequeña y simpática de uno de los contemporáneos. El Midrash se detiene sobre el versículo,
“מורשה קהילת יעקב" אל תקרי מורשה אלא מאורסה
"Herencia de la casa de Yacob" (la Torá), Más no leas "herencia” (Morasha) lee "amada” (Meórasa). En esta observación del Midrash vemos reflejada la idea antes expuesta, "No leas "heredad", es decir no te dirijas a ella como quien se dirige a un patrimonio del pasado, que le ha sido mecánicamente entregado. Lee "amada", dirígete a ella como quien se dirige a su compañera en busca del camino de la verdad, cual ha dicho el versículo:
זה א-לי ואנוהו אלקי אבי וארוממנהו (שמות ט"ו ב)
"Es mi Dios y lo amaré (glorificará) el Ds' de mis padres y lo elevare. El Shla Hakodesh (sigla de Shnei Lujot Habrit) uno de los más famosos cabalistas y sabios judíos, ve en éste versículo la representación de una de las magnas ideas de la Torá. ANVEHU significa una unión íntima, espiritual directa. Representa la glorificación y el amor. AROMEMENU por lo contrario significa una unión exterior, indirecta, representa la ensalzación, elevación fría y calculada, que ve en D's una meta lejana a la cual no tiende. La verdadera meta se alcanza pues no solamente aceptando la Torá como la “heredad" sino como el guía que nos indica el futuro camino a seguir.
En lo que respecta a la posición netamente romanticista, que ve en las Mitzvot no una meta en sí, es decir que solo las considera poseyendo valor intrínseco, como manifestación de nuestro pasado, no posee lógicamente la necesaria fundamentación, pues en su misma afirmación niega la existencia de una causa en sí para las Mitzvot, causa que es necesaria para su comprensión y aceptación.
“...Cumplirás las Mitzvot, para amar al Señor tu D's..." (XI, 13). Nos hallamos pues, en el primer versículo de la Parasha sobre la cual nos hemos detenido. RASHI nos explica que este Pasuk nos viene a demostrar que la causa de las Mitzvot no debe de ser exterior, sino interna y debe de ser ella misma: " No digas estudiare para enriquecerme "....."para que me llamen Rab" ...o “para ser recompensado"... "Mas todo lo que harás, lo harás por amor".
El cumplimiento de las Mitzvot puede ser causado por diversos motivos exteriores, riquezas, honores o diversas otras clases de recompensa. Podríamos pensar que ella sea un medio de unión, un instrumento para cualquier causa por más agradable que sea. Por el contrario el motivo que debe impulsar al hombre en el cumplimiento de las Mitzvot son las Mitzvot mismas, debe ser su afán de perfección y superación incesante.
Por otra parte vemos en este versículo otra resaltante significación. El único medio para alcanzar el amor de D's es el cumplimiento de las Mitzvot. No existe un amor divino de los intelectuales", como los antiguos racionalistas lo pensaban, y esto lo podemos notar patentemente en Aristóteles que con más firmeza que ninguno (quizás no exactitud), llegó a la creencia en un “Primer motor", pero este primer motor quedó completamente alejado de él, y su única misión y fin era la de causar el movimiento de las lejanas y frías esferas siderales y los inmutables cuerpos celestes. El "Señor", no significaba en sí nada para Aristóteles que lo enclaustro en uno de los compartimientos de su mente o en las páginas de su Metafísica.
El Judaísmo por el contrario aspira a materializar la concepción divina, es decir a encarnarla en los corazones y a convertirla en una necesidad interna de nuestras almas, en un verdadero sentido interior. Y eso solo se logra por intermedio de los preceptos prácticos de las Mitzvot, y por ello varios versículos más adelante (XI, 16) La Torá nos afirma: "Cuidaos de que vuestro corazón, os confunda, y os apartéis y serviréis a dioses extraños y os prosternareis ante ellos. "Apartarse" significa aquí, observa RASHI "alejarse de la senda y del estudio de la Torá". Es decir que el apartarse de la Torá Lleva a la adoración de dioses extraños y al abandono de la verdad y del bien…”
Es imposible mantener una idea, una concepción abstracta que tenga valor y no solamente para la razón, sino para toda nuestra alma, si no la adentramos dentro de nosotros. Apartarse de la realización práctica significa pues apartarse de la idea.
Vemos por otra parte otra idea: "cuidaos..Y os apartareis y serviréis a dioses extraños". Podríamos en cierto modo ver aquí un nuevo significativo detalle: "El apartamiento significa la adoración de dioses extraños”.
Nos hallamos muchas veces frente a una posición que significaría una completa liberación de todas las cadenas que oprimen al hombre. Se suele considerar a la Torá (prefiero no usar "religión”) como un yugo que esclaviza y del cual el hombre se libera. Por el contrario el hombre sólo es realmente libre cuando confía en sí y únicamente en sí, por medio del ateísmo y de la adoración de sus propias fuerzas.
Sin embargo la Torá nos dice: "Y te apartaras...y adorarás a dioses extraños y te prosternaras, ante ellos".
El hombre tiene una necesidad interna, un impulso del fondo de su alma, un verdadero instinto que lo impulsa a creer, a reconocer el poder divino y cuando este conocimiento es ignorado, a sabiendas o no, este impulso debe seguir otros cauces y así vemos que la misma era moderna que trata de destronar a la Divinidad, divinizó los tronos, y si antes el hombre adoraba a D's, ahora adora al hombre
El hombre no ha logrado hacer un D’s de sí mismo, lo ha hecho de los demás por medio de la esclavitud, de la dictadura, y esa locura moderna se ha encarnado en ese extraño y singular ideal de “Superhombre" a lo Nietzsche. No en vano vemos a uno de los héroes de una gran obra, que entran en un lugar sagrado y apaga las velas, más inmediatamente las vuelve a encender y coloca ante ellas las imágenes de los grandes materialistas de la humanidad. El mismo impulso antirreligioso toma pues manifestaciones netamente religiosas y trata de aplacar aquella hambre interior: "no hombre de pan, ni sed de agua, sino de la palabra del Señor".
Hay quienes creen que podrán quedar en el camino, sin embargo no es así. El apartarse de la senda divina, de la Torá, significa la adoración de dioses extraños, de dioses ocultos, de las fuerzas del mal que penetran allí donde se ha olvidado el bien.
Y la Torá nos recuerda: "Cuidaos..."