El discurso de Caleb ante Yehoshua oculta en su interior un recordatorio: nuestro éxito en la conquista de la tierra no está supeditado solamente a la ayuda divina, sino también a la predisposición de hacer lo máximo posible en el plano de la acción.
¿Por qué Caleb le solicita tan extensamente a Yehoshua el monte Hebrón, que recuerda su pasado compartido como exploradores de la tierra y destaca el hecho de que su fuerza aún está sobre sus hombros?
Intentaremos explicar esto a la luz de lo que nos fuera relatado en el capítulo anterior.
El capítulo 13 comienza con la expresión “Y Yehoshua era anciano, avanzado en años…y aún queda mucha tierra por conquistar” (Capítulo 13, versículo 1). Yehoshua comienza a debilitarse antes de concluir su tarea. En ese momento llega Caleb, le cuenta que “Todavía hoy soy tan fuerte” (Capítulo 14, versículo 11) y recuerda su postura firme frente a los espías.
En su momento, Yehoshua y Caleb, no sostenían que la conquista de la tierra será fácil, pero si nosotros habremos de reunir nuestras fuerzas, y Dios nos habrá de ayudar, la tierra será conquistada por nosotros. Ahora Caleb se presenta ante Yehoshua, no solo para recibir Hebrón como tierra en herencia sino también para darle el último empujón a Yehoshua; a fin de recordarle sus palabras en el pecado de los espías y para alentarlo a sobreponerse y acumular sus fuerzas, hacer el último esfuerzo para conquistar algo más de las últimas partes de la tierra de Israel. Aparentemente Caleb dice: “si yo puedo esforzarme más, para entregar toda mi fuerza y así conquistar partes adicionales de la tierra de Israel, ¿por qué no lo habrías de hacer tú también?”
Nuestro éxito en la conquista de la tierra no depende solamente de la ayuda divina, sino también de nuestra voluntad de hacer lo máximo posible en el plano de la acción.