El libro Yeshaiahu inaugura los libros de los “Neviim Ajaronim”, los profetas posteriores: Yeshaiahu, Irmiahu, Yejezkel y Trei Asar (profetas menores). En las síntesis no podremos presentar las divergencias en relación a la división de los versículos, y por lo general, habremos de presentar una postura central. No nos centraremos en la pregunta si es que los párrafos son parte de una profecía o de varias profecías, relacionadas entre ellas. Asimismo, cuando no hay en ello una necesidad esencial, no debatiremos acerca del momento, la época de la profecía referida. Debates más amplios que se ocupan de los límites de las profecías y sus tiempos, pueden hallarse en otras síntesis o en artículos y clases del mismo capítulo.
Apertura (versículo 1)
Como en los otros libros de profecía, el libro comienza con un título alusivo al profeta y a su época. Yeshaiahu, el hijo de Amotz, profetizó en el reino de Iehudá en la época de los reinados de Uziahu, Yotam, Ajaz y Jizkiahu. Como veremos en la continuidad, Uziahu, Ajaz y Jizkiahu son mencionados en el libro de manera explícita, mientras que Yotam no es mencionado.
Delincuencia y destrucción (versículos 2-9)
El profeta comienza su primera profecía e invita al cielo y a la tierra a escuchar sus palabras. Acusa al pueblo de Israel de traición a su Dios “Hijos he criado y engrandecido, mas ellos se han rebelado contra Mí” (versículo 2). El profeta se pregunta “¿Para qué habrán de ser castigados?, como diciendo, el castigo no es suficiente para ustedes y continúan pecando. Al principio, el profeta utiliza la metáfora, según la cual el cuerpo de los oyentes está sangrando por las heridas graves, y luego pasa a referirse a la realidad: “Vuestra tierra está asolada, vuestras ciudades abrasadas a fuego; vuestro país, en vuestra misma presencia, extraños lo devoran, y desolado está, como destruido por extraños” (versículo 7). El profeta le aclara al pueblo que también Ierushalaim estuvo a punto de ser destruida como Sdom y Amorá (Sodoma y Gomorra), pero Dios “nos ha dejado algunos restos escasos” (versículo 9). Parece que el profeta habla sobre la destrucción de las ciudades de Iehudá como parte de la campaña de Sanjerib, que tuvo lugar al final de su período de profecías.
El culto debe estar acompañado por una conducta ética adecuada (versículos 10-17)
En este párrafo, el profeta invita a los magistrados de Sdom y al pueblo de Amorá a escuchar sus palabras. El profeta sostiene ante sus oyentes que los sacrificios y el servicio en el Templo no son bien recibidos por Dios, cuando detrás de los mismos no hay un fundamento moral. Debe juzgarse al huérfano y a la viuda, dejar de hacer el mal y exigir justicia.
Es posible arrepentirse y retornar a la buena senda (versículos 18-19)
El profeta comienza con el llamamiento “Vengan pues y argumentemos juntos” (versículo 18) y deja en claro que no hay pecado que no pueda ser reparado: aún cuando el pecado fuese como la grana, podrá enblanquecerse como la nieve. Y aunque fuese rojo como un carmesí-podrá enblanquecer como la lana blanca. El profeta concluye diciendo que todo depende del pueblo: si habrán de escuchar-“de lo mejor de la tierra comerán” (versículo 19) y si no, “serán consumidos a espada” (versículo 20).
La corrupción y la reparación (versículos 21-31)
Este párrafo se inicia con la lectura de una lamentación “¡Cómo se ha tornado ramera la ciudad fiel!” (versículo 21). El profeta se lamenta por el hecho de que la ciudad fiel, la ciudad de la justicia se convirtió en la ciudad de la corrupción. Pero la lamentación no conduce al profeta al desaliento, sino a la solución: “Dios quitará a los malvados y a los corruptos y volverá a colocar jueces en Ierushalaim “como fue al principio” (versículo 26) y luego de ello, Ierushalaim volverá a ser la ciudad de la justicia. La conclusión importante es: “Tzión será rescatada con juicio, y sus habitantes, con justicia” (versículo 27).