Shafán el cronista, era uno de los más allegados a Yoshiahu, el rey de Iehudá. Desde muy pequeño influyó en él, lo guió en todas sus acciones y lo educó para un reinado acorde al espíritu de la Torá.
Shafán tuvo el mérito de que Jazal, nuestros Sabios de Bendita Memoria, lo reconocieran y se refirieran a él con admiración. Dijeron Jazal: “Si no hubiera sido por Shafán, en su momento, por Ezrá en su época y por Rabí Akiva en su período, ¿acaso la Torá no habría sido olvidada?” (Sifrí Devarim Parashat Ekev, 48).
Yoshiahu tenía ocho años al asumir el reino. Resulta que hasta que creció, hasta que llegó a sus 15-16 años, los asuntos del reino fueron manejados por un Consejo en nombre “del pueblo del país” (Melajim II, capítulo 21, versículo 24 y también en Divrei Haiamim II, capítulo 33, versículo 25)- los líderes de la comunidad que asumieron el poder, después del asesinato del rey Amón. Este consejo permaneció junto al rey-joven y lo guió en todas sus funciones; se pude decir que al mando del Consejo había dos figuras muy conocidas: Jilkiá, el Cohen Gadol, el Sumo Sacerdote y Shafán, el cronista del rey.
En los primeros años de vida de Yoshiahu, en el palacio de su abuelo Menashé y luego, en el palacio de su padre Amón no pudo recibir ningún conocimiento alusivo a la Torá de Moshé, al contrario-en sus períodos floreció la idolatría de diversas maneras, cananitas, asirias y otras. En esa atmósfera, no podia adquirir conocimiento alguno ni inspiración de la Torá. Y si encontramos que en su juventud comenzó a limpiar la ciudad y el Templo de toda idolatría-y que incluso fue más allá e hizo lo propio con las ciudades de Menashé y Efraim-está claro que hubo alguien que le enseñó e influyó en él y lo guió en todas esas acciones, y él es aparentemente, Shafán el cronista, quien también recibió la ayuda de Jilkiá, el Cohen Gadol.
Shafán era un estadista hijo de un estadista. El texto lo califica como el escriba del rey. No obstante, no se refiere a aquel que transcribe la palabra del rey, sino que es la persona más allegada al rey en sus funciones reales diarias. Shafán, como integrante del Consejo del rey desde los primeros días, educó al joven hijo del rey para el trono, conforme al espíritu de la Torá. Shafán, el escriba, tuvo la iniciativa de destruir y demoler todos los artículos paganos y restituir al Templo de Ierushalaim su estatus y dignidad. Shafán estuvo junto a Yoshiahu todos los días y al envejecer, su hijo Ajikam heredó su lugar en la corte del rey.
Los hijos de Shafán estaban integrados en el círculo de la élite social y política, la mayoría de ellos politicos, y conforme a su rol estaban junto a los leales a Dios también en los años en los cuales el rey y su Casa estaban sumidos en la idolatría.
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