En nuestro capítulo vemos cómo Iosef se ocupa de sus hermanos en Egipto para conseguirles un lugar de residencia, comida y una ocupación adecuada. La historia de la venta culmina con el reflejo de un valor significativo en la Torá, y es la base de la fraternidad y la solidaridad en la familia.
Una cuestión central en el libro Bereshit es la tensión en las relaciones entre hermanos. La historia de los dos primeros hermanos, Caín y Hevel, finaliza con un crimen. En la continuidad se relata acerca de Ishmael e Itzjak, Iaacov y Esav, Iosef y sus hermanos. Todos los relatos finalizan con un cierre de círculo-tras la separación impuesta a Ishmael e Itzjak se describe cómo ellos entierran juntos a su padre (Capítulo 25, versículo 9). También entre Iaacov y Esav se da una escena parecida en la que los dos sepultan a su padre en la Cueva de los Patriarcas (Capítulo 35, versículo 29).
En el episodio de Iosef y sus hermanos no sólo es descripta la reconciliación, sino que cada uno de los bandos atraviesa un cambio esencial. Este movimiento positivo en la vivencia de la relación entre hermanos, tiene su punto culminante en el libro Shemot que se inicia con otro dos hermanos, Moshé y Aharón, que representa un vínculo ideal de fraternidad y cooperación, una pareja que según la opinión del Midrash (TanjumáShemot 27) está citado el versículo: “Qué bueno y qué agradable es que los hermanos habiten juntos” (Tehilim, Salmos capítulo 133, versículo 1).
¿Por qué el libro Bereshit se ocupa tan intensamente de la relación entre hermanos? El libro Bereshit, el antecedente de la formación del pueblo de Israel, no se ocupa, sorpresivamente (llamativamente) del establecimiento de la nacionalidad o de hechos políticos, sino de las interacciones en el seno de la familia-las relaciones entre hermanos, la relación entre padres e hijos y el vínculo entre el hombre y la mujer.
La razón es, en mi opinión, una de las características especiales del pueblo de Israel-el hecho de que no somos solamente un pueblo sino una familia, un pueblo que es familia.
La relación entre la familia y el pueblo surge ya desde la elección de Abraham para ser “un pueblo grande y poderoso y serán bendecidos por su causa todos los pueblos de la tierra” (Capítulo 18, versículo 18). Esta elección no está basada en la capacidad de liderazgo de Abraham sino en la confianza de su fortaleza en el ámbito familiar, en sus capacidades de transmitir valores a sus hijos e integrantes de la familia, como está citado en el versículo subsiguiente: “Pues yo le he escogido - para que prescriba a sus hijos y a su descendencia en pos de él para que observen la senda del Señor: Al practicar justedad y derecho” (Capítulo 18, versículo 19)
El judaísmo concibe a la familia como el centro para la transmisión del legado. De diversas maneras es reiterado el imperativo “y habrás de narrar a tu hijo” (Shemot, capítulo 13, versículo 8), “Las habrás de inculcar a tus hijos” (Devarim, capítulo 6, versículo 7), “Las enseñarán a vuestros hijos” (Devarim, capítulo 11, versículo 19). Pero más aún: en efecto, la Torá desarrolla la importancia de la célula familiar, pero también desarrolla la conciencia de que todo el pueblo de Israel es una familia. Entre los hermanos se requiere de solidaridad y ayuda mutua. De aquí se desprende la demanda de no desentenderse de la angustia del prójimo: “No habrás de ver, al buey que es de tu hermano o a su cordero, extraviados y te ocultes de ellos; devolver los habrás de devolver a tu hermano…No habrás de ver el asno que es de tu hermano, o su buey, caídos en el camino y te ocultes de ellos; levantar habrás de levantar con él” (Devarim, capítulo 22, versículos 1-4).
Editado por el equipo del sitio del Tanaj del libro "Lehitorer leiom jadash: kriá mitjadeshet shel haTorá veshel jaJaim" ("Despertar a un nuevo día: una lectura renovada de la Torá y de la vida"), publicado por Maguid