En la Cueva de Ein Gedi, David afrontó el examen moral supremo. Allí se reveló su poder y determinación.
En la Cueva de Ein Gedi, David afrontó el examen moral supremo-podía haber eliminado al rey Shaúl y liberarse en un instante de la fuga desesperada, que pone su vida en riesgo permanentemente, y he aquí que “aquel que viene a matarte, anticípate y mátalo”, y David no le hizo absolutamente nada malo a Shaúl.
Para David, esto fue realmente obra de D-s, que Shaúl haya ingresado a “higienizar sus pies” (Versículos 3-4) justamente, en la cueva donde David se hallaba. No es difícil de imaginar la reacción de ellos al acto simbólico de David, al cortar un extremo de la prenda, y más aún, su actitud hacia el increíble diálogo personal entre David y Shaúl, al arrodillarse David con “su rostro a tierra” (Versículo 8) ante el rey legal quien los persigue para matarlos, y le habla a la distancia, cual si siguiera interpretando la melodía-“ Y mira, padre mío, mira la punta de tu manto en mi mano “ (Versículo 11). Realmente, cómo logró David dominar a sus hombres y frenar su reacción impulsiva-“David contuvo a sus hombres con palabras y no les permitió que se alzaran contra Shaul ” (Versículo 8).
El poder y la determinación de David quedaron expuestos solo cuando volvió a dejar todo en manos de D-s, y con una condición explícita, que no lo atacará, ni le hará daño al Meshiaj de D-s, el rey de Israel-“ De los malvados procede la maldad”, pero mi mano no será contra ti “ (Versículo 13). Cuando David se repuso del momento, no se veía a sí mismo más que como una “pulga” (Versículo 14). La voz de “mi hijo David” (Versículo 17) le restituyó a Shaúl la sensatez, como en los días de la interpretación de la melodía, y por primera vez entendió, que David es más adecuado que él, y de inmediato, pidió un juramento en nombre de D-s para la salvación de su familia.
En una academia rabínica ultraortodoxa en Tel Aviv, un joven alumno, durante la noche, le cortó el extremo de la prenda a un alumno que lo había agredido. El padre del alumno, cuya prenda fue dañada, le advirtió al director de la Yeshivá, la academia rabínica: Aquel que corta el extremo de una prenda, también puede llegar a asesinar. El director de la Yeshivá no aceptó lo dicho por el padre. Después de mucho tiempo, aquel que cortó el extremo de la prenda, asesinó a un primer ministro de Israel, en la plazoleta Maljei Israel, Reyes de Israel.
Gentileza del sitio 929