A fin de convertirse en un reino de sacerdotes y en una nación consagrada, el pueblo de Israel no necesita ascender al monte Sinaí y encontrar a Dios, sólo deben comprometerse a observar su Torá y sus preceptos. El compromiso con la palabra de Dios y la vivencia religiosa son dos caras de la misma moneda y se complementan.
En el capítulo 19, Dios le propone al pueblo de Israel ser “un pueblo peculiar” y convertirse en “un reino de sacerdotes y una nación consagrada” (Capítulo 19, versículos 5-6). Para alcanzar dichos títulos, tan sólo deben comprometerse e ingresar en el pacto. Pero en el capítulo 19 aún no está claro a qué, precisamente, deben comprometerse-cuál es el contenido del compromiso y cuáles son sus consecuencias. Aún no sabemos cómo el pueblo de Israel se habrá de convertir en un pueblo peculiar para Dios, en consagrados y sacerdotes. Y en efecto, este concepto requiere de un análisis: ¿Cómo habrá de convertirse el pueblo de Israel en un reino de Sacerdotes, si ni siquiera pueden aproximarse al monte Sinaí? ¿Cómo habrán de ser “una nación consagrada”, si ellos escapan de inmediato al revelarse Dios ante sus ojos?
El relato del Segundo episodio del monte de Sinaí entrega las respuestas a estos interrogantes. Este relato vuelve a contar el relato del pacto, que fue brevemente mencionado en el primer evento (Capítulo 19, versículo 5), pero en esta ocasión lo ubica en el lugar adecuado-en el centro del encuentro con Dios en Sinaí. El término “Haremos” expresado en la primera oportunidad, en el capítulo 19, tras escuchar por primera vez los conceptos del pacto, no es suficiente. Es necesario un compromiso público y pleno-“Haremos y escucharemos”-tras escuchar los detalles del pacto. Tan sólo aquí el pueblo de Israel aprendió cómo es que se convertirán en un reino de Sacerdotes y en una nación consagrada: ellos no deben ascender al monte Sinaí y encontrarlo a Dios. Sólo deben comprometerse con los Diez Mandamientos, las leyes y las ordenanzas, detalladas en el segundo evento en el monte Sinaí.
Vemos pues que en nuestro capítulo, el capítulo 24, no figuran solamente el compromiso y el relato del pacto acordado en Sinaí, sino también la concreción de dos expectativas previas-el episodio del pacto en el capítulo 24 colma la expectativa de la fiesta y el sacrificio de la primera unidad del libro, y también la de la segunda expectativa del pacto y de las relaciones cercanas con Dios de su segunda unidad.
De ese modo, la Torá enfatiza la estrecha relación entre las dos clases de vivencias religiosas: el ascenso hacia Dios, la vivencia religiosa y la ofrenda-por un lado; compromiso con la palabra de Dios-por el otro. De hecho, estas son dos caras de la misma moneda, y una no puede estar sin la otra. La Torá no reconoce la contradicción entre la ley la espiritualidad, entre la vivencia y el precepto. No hay contradicción entre el encuentro con Dios sobre la montaña en el desierto y el compromiso con la ley Divina. Ambas vivencias se fusionan en la Torá y en el gran relato de Israel. Juntas, son el objetivo y el momento culminante de la redención de Egipto: un reino de sacerdotes, que sirve a Dios y celebra su santidad, y una nación consagrada, que observa sus preceptos.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj
Gentileza del sitio VBM de la Academia Rabínica "Har Etzion"