A pesar de que Yehú cumplió el mandato Divino de destruir la Casa de Ajav, el modo cruel que utilizó Yehú al hacerlo, y la comparación entre él y David, refleja una sensación de que su avidez por el poder era más fuerte que su voluntad de cumplir la palabra de Dios.
El texto bíblico explica su opinión no solo a través de una expresión manifiesta, sino también de manera oculta.
En el caso de Yehú, la expresión directa contra su crueldad y tiranía queda prácticamente bloqueada en la cara del narrador, ya que al final de cuentas, la Casa de Ajav fue condenada a la aniquilación, y desde ese aspecto, actuó correctamente. No obstante, la complejidad de la situación, que emana de los aspectos positivos del accionar de la Casa de Ajav, y de la oposición basada en principios de una crueldad innecesaria, plantea un debate para los interrogantes “¿de qué manera fue aplicada la orden?” y “¿cuánto debe esforzarse la persona para hacerlo?”
La comparación entre el episodio de Yehú y los de David, indica que la multiplicación de detalles destacados sirve como tendencia general de pensamientos y reflexiones sobre cómo el candidato al trono contempla su estatus y acerca de sus relaciones con la Casa real anterior. Muchos perciben la situación de Yehú en términos de orden y ejecución, cuando el pensamiento está recluido, la única pregunta a formularse es si es que ejecutó la orden de un modo efectivo o no. Pero a la luz de la conducta de David, tal vez los actos del candidato al trono en el intervalo entre su unción y su consolidación en el reino, puedan ser percibidos como una prueba.
¿Cómo habrá de comportarse la persona a la que se le prometió el reino? ¿Acaso la promesa lo permite todo? ¿O tal vez, por el contrario, hay en la promesa un examen y una prueba? Y si Yehú demostró en el transcurso de su unción una extraordinaria eficiencia, los episodios de David vienen a insinuar que bajo ciertas circunstancias, se debe buscar precisamente la ineficiencia.
Si se trata de una prueba, podemos decir que Yehú fracasó. La misión religiosa de la aniquilación de la Casa de Ajav que le fue ordenada, se halla en una considerable tensión moral con la voluntad, se podría decir la codicia, que manifestó para alcanzar un reinado en Israel. El lector no sabe a ciencia cierta si es que Yehú se esforzó para cumplir la palabra de Dios y alcanzó el reino o si es que buscaba el reino, y a fin de alcanzarlo, cumplió la palabra de Dios.
En efecto, no resulta casual que el primero de nuestros reyes haya quedado grabado en la memoria nacional como aquel que recibió un reino solo cuando salió a buscar asnas.
Yehú es caracterizado en el libro Melajim, Reyes, como un conspirador, y en contraposición se encuentra la historia de David como modelo ejemplar de la vía adecuada para alcanzar la realeza en Israel.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj
Extraído de la revista “Megadim”, de ediciones Tvunot.