Una profecía para generaciones: Profecía alusiva a Damesek

Una profecía para generaciones: Profecía alusiva a Damesek

En Iehudá se alegraron por la caída de Aram, sin comprender que sus pasos serán continuados por el enemigo asirio, mucho más fuerte que el anterior. Del mismo modo, en la actualidad, la caída de Irak y el desmoronamiento de Siria, reflejan para nosotros, un peligro aún mayor: la amenaza iraní. En el pasado, el profeta, y en los tiempos actuales, los referentes en materia de Torá y espiritualidad, demandan desviar el debate al campo de la educación, la cultura y el espíritu, ya que de allí provendrá la salvación.

Damesek (Damasco), la ciudad capital de Aram en los tiempos de Yeshaiahu, es todavía la ciudad capital del enemigo del norte del Estado de Israel actual, Siria.

En la profecía de Yeshaiahu, el reino del norte, que amenaza la calma y la seguridad de los reinos de Israel y Iehudá, se está desintegrando: “He aquí que Damesek ha cesado de ser ciudad, y ha venido a ser montón de escombros” (versículo 1). El colapso de la amenaza del norte, brinda cierta esperanza a Israel. Pero el profeta le teme a la complacencia reinante, y advierte: “Y acontecerá que en aquel día la gloria de Iaacov se marchitará” (versículo 4). Yeshaiahu profetiza no sólo la caída de Aram y del reino de Israel que se apoyó en ella a partir de una alianza y amenazó al reino de Iehudá, sino que avizora también el declive del reino de Iehudá. La alegría por el colapso de Aram es prematura, ya que nuestra problemática nunca son los enemigos externos, sino la atmósfera espiritual interna: “Porque has olvidado al Dios de tu salvación, y no te has acordado de la Roca de tu fortaleza, por tanto cultivaste plantíos de deleite, y los injertaste con sarmiento extraño” (versículo 10). Lo que se contempla como prosperidad es temporal y efímero, si no se habrán de profundizar las raíces: “En el día que los plantaste, los hiciste crecer, y por la mañana hiciste que tus plantas echasen su flor, pero huyó la cosecha en el día de la desgracia y del dolor desesperado” (versículo 11).

En el reino de Iehudá se alegraron por la caída de Aram, sin saber que el pequeño reino del norte sería sustituido por el Imperio Asirio, que en el futuro destruiría el reino de Israel y lo enviaría al exilio, y también llevaría al reino de Iehudá al borde de la destrucción en la época de Sanjerib. Ahora, como entonces, la caída de Irak y el desmoronamiento de Siria, no resolvieron los problemas del norte, sino que por el contrario, plantearon la grave amenaza iraní, mucho más seria. Ahora, como entonces, la conciencia pública y la atención del liderazgo se dirigen ante todo a las amenazas inmediatas en materia de seguridad. El profeta y sus herederos en nuestros tiempos, los referentes en materia de Torá y espiritualidad, demandan desviar el centro de atención y realización, al campo de la educación, la cultura y el espíritu. Sólo la construcción de los mismos, pueden asegurar una siembra que prosperará a lo largo de días y años. Cuando ellos construyan como se debe, se disipará la amenaza a la seguridad del exterior: “Mas Él le reprende (al enemigo), de modo que huye lejos, y es ahuyentado como el tamo en las montañas delante del viento, y como remolinos de plantas secas delante del huracán... ¡Ésta es la porción de los que nos despojan, y la suerte de los que nos saquean!” (versículos 13-14).

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