El profeta pronunció una profecía sobre una tierra lejana-una tierra que hace sombra con sus alas, y nos plantea la misión de dar a conocer la palabra de Dios y Su fe en el mundo. Debemos abordar un diálogo cultural-espiritual con naciones más lejanas, como China e India. Ya en la actualidad vemos que también desde distancias geográficas y culturales, es posible extraer un tributo que se traerá a Dios, y hay aún una visión para el futuro.
La tierra que hace sombra con sus alas está sumamente distante de la Tierra de Israel. En la época de Yeshaiahu, sólo aves lejanas llegaban de allí a la Tierra de Israel. Actualmente, las alas que hacen sombra son los aviones y “barcos de papiro sobre la haz de las aguas” (versículo 2), se trata de embarcaciones portacontenedores o los portaaviones. En el capítulo anterior, el capítulo 17, Yeshaiahu se enfrentó al enemigo cercano del norte que se halla en Damesek. En este capítulo, hace referencia a un pueblo lejano, que no se encuentra dentro del rango de conciencia de los habitantes de Iehudá y Ierushalaim.
Quien profetiza sobre la tierra que hace sombra con sus alas requiere de una capacidad de respiración y un alcance de visión más amplios que los de una persona o hasta de una generación.
Tomemos como ejemplo a China. Una potencia lejana, que en este momento no nos preocupa como nuestros vecinos del Oriente Medio. El interés chino en Israel y el israelí en China, hoy es, principalmente, económico. Pero el profeta nos plantea otra misión: “¡Todos los moradores del mundo y los habitantes de la tierra, cuando fuere izada la bandera sobre los montes, verán, y cuando fuere tocada la trompeta, oirán! (versículo 3). El destino del pueblo de Israel y su rol en el mundo es difundir la palabra de Dios y Su fe.
Lo que le interesa al profeta no son las relaciones económicas, o los beneficios políticos que Israel puede alcanzar del encuentro con la tierra que hace sombra con sus alas. Desde una óptica profética, la razón principal para abordar los estudios de Asia Oriental, no tiene que ver con los objetivos de importación-exportación de mercancías y bienes, sino con el fin de un diálogo cultural-espiritual. Las 2.500 millones de personas que habitan China e India, reflejan un desafío espiritual para el pueblo de Dios y Su Torá. Después de que se le quiten los sarmientos (versículo 5), serán eliminados los aspectos negativos de la idolatría que florecen allí salvajemente, se convertirán en una nación poderosa y vencedora (versículo 7), un pueblo que tiene esperanza. Una esperanza de la cual en el futuro “le será traído un presente a Dios” (versículo 7). Ya hoy podemos identificar que incluso desde esas distancias geográficas y culturales, se puede extraer un presente, obsequios materiales y espirituales, que serán traídos “al lugar del Nombre del Señor de los ejércitos, al monte de Tzión” (versículo 7). Y eso habrá de ocurrir en el futuro.