La esperanza de la profecía es que las alegres ciudades costeras del Líbano se conviertan nuevamente, muy pronto, en ciudades libres y prósperas, y renueven la antigua alianza con Israel.
Tras la campaña del profeta por todo el Medio Oriente y por todo el mundo: desde Siria (capítulo 17) y hasta Egipto y Kush (Etiopía) (capítulos 18-19), desde Irak y hasta la Península Arábiga (capítulo 21), y aún más lejos (capítulo 23), llega a los vecinos cercanos del norte: Tzor (Tiro) y Tzidón (Sidón), las ciudades costeras fenicias.
Hoy, forman parte del Estado del Líbano, no obstante, ello es un tanto engañoso, ya que Líbano es el nombre del monte ubicado al este de ellas. La naturaleza de la población, la cultura y la economía de los habitantes de la montaña es completamente diferente a la de los fenicios que habitan en la llanura costera y sus herederos. El Estado libanés es una combinación artificial sumida en conflictos internos, desde su establecimiento, en el siglo anterior.
El profeta Yeshaiahu se refiere solamente a las ciudades costeras. Las mismas, eran un centro de comercio marítimo y por consiguiente, el capítulo está colmado de descripciones de mar, embarcaciones y comercio internacional, en los países del Medio Oriente. A diferencia de los pueblos nómadas del desierto y los combatientes mencionados en el capítulo 21, Tzor es una ciudad alegre (7,12) y orgullosa (8-9), abierta a relaciones culturales e internacionales (7-8) en un estilo que parece libertino y promiscuo (15-17).
A pesar de la inminente destrucción de Tzor, no hay en los conceptos del profeta un severo reproche por los pecados de esta ciudad. El cosmopolitismo y la “occidentalización” de Tzor son descritos de un modo que tiene bastante gracia. El capítulo culmina con un consuelo: después de setenta años-Dios recordará a Tzor (17) y ella volverá a funcionar como una ciudad de comercio internacional: “y ella volverá a su lucro, y tendrá comercio con todos los reinos del mundo, sobre la faz de la tierra” (17). La gran novedad es que en el futuro se renovarán los lazos con el pueblo de Israel.
En el pasado, en la época de David y Shlomó, Jiram, el rey de Tzor, proporcionó cedros y cipreses, y artesanos para la construcción del Beit HaMikdash, el Gran Templo. También en el futuro “su ganancia y su lucro serán consagrados al Señor”, “para los que habitan delante del Señor, para que coman hasta la saciedad, y para vestido lujoso” (18). Según el texto literal, una fuente de importación de alimentos e indumentaria de moda, de ciencia y filosofía, según la interpretación esotérica. Entre un período de crecimiento y otro, Tzor es tomada por pueblos violentos e insensibles, que llegan a ella desde la montaña y el desierto, tal como sucede en la actualidad. La esperanza de la profecía es que las alegres ciudades costeras del Líbano se conviertan nuevamente, muy pronto, en ciudades libres y prósperas. Renovarán la antigua alianza con Israel. Una alianza basada en el reconocimiento compartido del valor de la apertura, y el carácter internacional de las ciudades costeras noroccidentales con la virtud de la santidad de asentarse ante Dios, en la Tierra Santa y en Ierushalaim.