El texto describe cómo endureció Dios el corazón de los reyes de Kenaan, de modo que no acuerden la paz con Israel a fin de que el pueblo de Israel pueda eliminarlos. Algo parecido tuvo lugar con Egipto. ¿Por qué justamente en estos dos casos Dios les negó a los pueblos la posibilidad de elegir?
“Como las prácticas de la tierra de Egipto, donde han habitado, no habrán de hacer, y como las prácticas de la tierra de Kenaan, donde yo los voy a traer allí, no habrán de hacer, ni por sus costumbres habrán de encaminarse” (Vaikrá capítulo 18, versículo 3).
La Torá describe a la tierra de Egipto como un sitio en el cual residió el pueblo de Israel, y a la tierra de Kenaan como el lugar al cual Dios los lleva para asentarse en él. Parece que no se trata solamente de una descripción histórica o geográfica sino de dos sitios en los que los pueblos que residen allí representan lo totalmente opuesto al pueblo de Israel.
Estos dos pueblos provienen de Jam, como está citado: “Y los hijos de Jam: Cush y Mitzraim, Put y Kenaan” (Bereshit capítulo 10, versículo 6). Como recordarán, Jam no preservó la santidad de la simiente y tampoco lo hizo su hijo Kenaan. Mitzraim también se encaminó en la misma senda y no se preocuparon por llevar una vida matrimonial adecuada para los seres humanos, sino que utilizaron su semen en forma desenfrenada como caballos y como burros que llevan una vida sin santidad alguna “cuya carne es como carne de asnos, y cuyo flujo seminal como flujo de caballos” (Yejezkel, capítulo 23, versículo 20).
Probablemente no sea en vano que Dios haya generado esta situación en la cual el pueblo de Israel, con su visión de lo sacro, se vea obligado a lidiar a fin de liberarse de la oscuridad que ellos instalaron en toda la humanidad, y se convirtió en una gran luz, luz para todas las naciones.
Por un lado, Egipto es la cabeza de cuatro reinos que figuran en el libro Daniel, y que operan en contra de la autodeterminación del pueblo de Israel como servidores de Dios. Y por consiguiente, el pueblo de Israel desea aceptar el servicio a Dios y ser denominados como sus servidores-Egipto, liderado por Paró, actúa para impedir eso. Por otro lado, los pueblos de Kenaan son pueblos que quieren anular el servicio a Dios como quedará reflejado, de hecho, en la tierra de Israel y por ende luchan contra el pueblo de Israel e intentan hacerlos pecar. El líder de los opositores es Amalek que es definido como cabeza de esas naciones (Bamidbar capítulo 24, versículo 20).
De aquí se infiere, por qué precisamente Dios actúa con gran poder contra estos referentes, Mitzraim y Kenaan, y les niega su posibilidad de elección a fin de que reciban su castigo y no permanezcan en la tierra, ya que todo ello es para la gloria del nombre de Israel que proclama el nombre de Dios en el mundo.