Mediación e iniciativa

Mediación e iniciativa

Shmuel aparece como mediador ante el pedido a Dios de un rey por parte del pueblo, tal como Moshé medió en el diálogo entre Dios e Israel en la preparación de la entrega de la Torá.  A partir de la comparación se refleja la brecha que surge de la iniciativa del diálogo.

 

El diálogo entre el pueblo y Dios sobre el tema del rey, en el cual Shmuel oficia como mediador, nos recuerda un debate a través de otro mediador: en el episodio del monte Sinai en el libro Shemot se relata que Dios le imparte instrucciones a Moshé de cara a la entrega de la Torá, y el pueblo manifiesta su acuerdo: “Respondieron todo el pueblo al unísono, y dijeron: Todo lo que ha hablado Adonai haremos“ (Shemot, capítulo 19, versículo 8). En ambos casos se registra un debate a través del profeta que escucha la palabra de Dios y se la transmite al pueblo, y a continuación le informa a Dios al respecto.

Ante todo, la similitud entre los hechos es clara-ambos están relacionados con procesos esenciales: la entrega de la Torá, que es el pacto entre Dios e Israel, genera un cambio significativo en el mundo y convierte a un pueblo en elegido y comprometido con los preceptos; y en la coronación del rey el pueblo de Israel se transforma en un ente independiente unificado, y su comportamiento como pueblo en las generaciones siguientes se modifica.

 

Sin embargo, hay una diferencia fundamental en el contexto en el  que se dan los hechos: en la previa del evento en el monte Sinai era necesario un intermediario entre el pueblo y Dios por la trascendencia y santidad del evento, que una persona no puede soportar, es decir el pueblo estaba muy próximo a Dios. A diferencia de ello, en la generación de Shmuel, el vínculo entre Israel y Dios es menor, “las visiones no eran frecuentes“(Capítulo 3, versículo 1) y todo el vínculo se da a través del profeta, precisamente porque el pueblo se ha alejado de Dios.

 

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Además, el pueblo se halla aquí ante un cambio significativo, pero exige ejecutarlo a partir de motivos incorrectos y por la vía equivocada. El texto exhibe la demanda “y seremos también nosotros como todas las naciones“(Capítulo 8, versículo 20), en agudo contraste con “Empero vosotros seréis para Mí un reino de nobles y nación consagrada“(Shemot capítulo 19, versículo 6) que la convierte en particularmente estruendosa. Además, en el evento del monte Sinai Dios promovió el diálogo y había en él la alegría del acuerdo entre las partes, mientras que en nuestro capítulo el pueblo se dirige a Shmuel (¡y no a Dios!) con una fuerte demanda y en un diálogo de rechazo mutuo.

Aparentemente, se puede aprender a partir de la comparación entre ambos sucesos, la problemática de la situación de la cual provino esta exigencia de tener un rey. Incluso una demanda apropiada,  si es que la misma proviene del distanciamiento en lugar de la proximidad, puede ser muy negativa y perjudicar al pueblo, tal como Shmuel intenta persuadir en nuestro capítulo.


 

Los referentes que escriben en esta sección son miembros de la organización Najat-jóvenes amantes del Tanaj, que es el centro de estudios de Tanaj para los jóvenes.

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