Hasta ahora, el reino de David ha caído en el ocaso y todos los herederos al trono murieron. Pero éste es tan solo un lado de la realidad, el lado humano.
Los primeros versículos del libro Melajim generan una sensación dura y estremecedora-el sol de David cayó en el ocaso. A la personalidad de David le fue dedicado el libro Shmuel, que describió su figura desde el inicio de su senda como joven, su modo de ascenso y el establecimiento de su reinado, hasta la síntesis de su trayectoria con la construcción del altar en el monte Moriá. El libro de Shmuel trató sobre David, y sobre la construcción de su reino por siempre. Pero la promesa de construir para David una Casa eterna sigue siendo vaga, y en el final del libro, al llegar el momento de concretarla, no sabemos cómo se hará realidad.
Por el contrario, el libro de Shmuel describió cómo todos los hijos mayores de David, que deseaban heredar su reino, fueron abatidos y desaparecieron del escenario de la historia. Desaparecieron tal como ocurrió anteriormente con los hijos de los líderes anteriores de Israel: la Casa de Elí, la Casa de Shmuel y la Casa de Shaúl. Conforme al estilo del libro, podría suponerse que la promesa a David fue anulada cuando sus hijos se desviaron del camino y continuaron la senda de las dinastías anteriores, y por ellos, la sucesión de la monarquía se hace imposible e indeseable.
El énfasis del deterioro de los hijos de David manifiesta un lado de la realidad, el lado humano de la elección, en el cual es el hombre el que define el curso de los acontecimientos, a partir de sus acciones buenas y malas. Pero es entonces que llega el libro Melajim que tiende a la construcción de la Casa real y su evolución, y describe cómo la Providencia ubicó a otro heredero, que no compitió en el libro de Shmuel, y lo convirtió en una piedra angular del reino de Israel.
Editado por el equipo del sitio del Tanaj, extraído del libro “Mikdash Melej-Iyunim beSefer Melajim”, ediciones Midreshet HaGolán.